Vivir para contarlo
“El esgrimista” narra un episodio real posterior a la Segunda Guerra Mundial, durante la ocupación de Letonia por parte de la ex Unión Soviética. Detrás de la fachada de una historia menor, el director finlandés Klaus Härö construye un relato que podría haber resultado trillado, pero que salva con eficacia narrativa, una cuidada fotografía, buenas actuaciones, una puesta austera y una precisa reconstrucción de una época en la que discrepar podía costar caro.
Härö pone en primer plano la historia de Endel Nelis, un esgrimista que huyendo de la policía secreta soviética se instala en un pueblo de Letonia. El país había sido ocupado primero, durante la Segunda Guerra Mundial, por la Alemania nazi y Nelis, como otros letones, fue enrolado en el ejército. Cuando posteriormente los soviéticos ocupan Letonia los exsoldados fueron perseguidos.
Hasta ese pueblo perdido en el medio de la nada, donde muchos de los chicos perdieron a sus padres, llega Nelis como maestro de educación física. Cuando intenta desarrollar una escuela de esgrima el director de la escuela se opone con el argumento de que la esgrima no ser un deporte para el proletariado. Una votación popular decide que sí lo es, así que la escuela se pone en marcha. Pero el director es un burócrata consecuente y comienza a investigar el pasado de Nelis.
Lo que podría haber sido un melodrama con conflictos y personajes maniqueos, se convierte gracias a la sobriedad del director en una reflexión que atraviesa el tiempo y la hace universal.