Mi marciano favorito
Placeres culposos si los hay, las innumerables adaptaciones de libros imaginados para jóvenes, y que en el último tiempo han sido llevados con grandes estrellas a la pantalla grande, generan un fenómeno sin precedentes. El caso de El espacio entre nosotros (The space between us, 2017) no escapa a la regla, a pesar de tratarse de un guion original, pero que, en el fondo, respeta a rajatabla todos los convencionalismos del género y los lleva un poco más allá para capitalizar al público cautivo de este tipo de propuestas
Un joven nacido en una estación espacial en Marte comienza una relación virtual con una chica de la Tierra, sí, así como se lee, y a pesar que este argumento parecería descabellado o trabajado como temática de una película de ciencia ficción, acá se lo presenta de manera muy natural, y se lo piensa desde la posibilidad y no desde la fantasía.
Gary Oldman interpreta a un exitoso científico de la NASA, que sueña desde pequeño poder viajar al espacio exterior y quien será el encargado de haber llevado a Marte a la misión en la que se encontraba la madre de Gardner Elliot (Asa Butterfield), quien falleció apenas dio a luz. Este personaje también será quien en parte decida mantener en silencio la existencia del joven para preservarlo de la prensa y de sus propios inconvenientes, hasta que Gardner decida venir a la Tierra para conocer a Tulsa (Britt Robertson), y así poder entablar una relación mucho menos virtual. En este punto todo se complica, porque este “marciano” no podrá resistir por mucho tiempo la gravedad, la que afecta directamente a su corazón y lo expondrá a una situación complicada de salud.
El espacio entre nosotros transita en una primera instancia la vida de Gardner en el espacio, monitoreada por la astronauta Kendra (Carla Gugino), una especie de madre sustituta, voz de la conciencia del joven y también una suerte de fuente de inspiración para que él decida lanzarse al espacio a encontrarse con su amor. En la segunda parte asistiremos a una narración plagada de lugares comunes, en los que Gardner se encuentra con Tulsa y trata de escapar de la NASA, que intenta “protegerlo” a toda costa y controlar los pasos que éste dé en la Tierra.
El director Peter Chelsom busca darle entidad y verosimilitud al relato, utilizando a Oldman como fuente de verdad por el rol que interpreta, con grandes instalaciones espaciales, efectos y paneos, pero rápidamente esto se desmorona cuando, más allá de la historia, se comienza a desarrollar la aventura de los jóvenes amantes por el contraste y choque de costumbres y cultura.
El espacio utilizado como trasfondo a la llegada de Gardner se asemeja al arribo de E.T. en E.T. El extraterrestre (1982), película que sin el “amor” de pareja como tópico ya pensó la relación entre terrícolas y extraterrestres, desde un sólido guion que dejaba el golpe emocional de lado para construir una historia sobre la amistad sin menospreciar al espectador y configurando un clásico instantáneo que acompañó a varias generaciones.