El primer tramo de El espanto, el documental de Pablo Aparo y Martín Bechimol, confirma una premisa genérica visible en cantidad de proyectos de esta naturaleza: extraer historias inéditas y continuar explorando regiones e imágenes ocultas de nuestro país hasta hacerlas transparentes. Para un cineasta no cabe el famoso lema de Sarmiento en torno a que “el mal que aqueja a la Argentina es la extensión”, porque vivimos en un territorio expectante para que lo sigan descubriendo en sus lugares más recónditos. En todo caso, acá el “mal” es otro, y es algo así como una patología llamada “el espanto” que afecta a los habitantes de El Dorado.
Es harto conocido el hecho de que las curas caseras reemplazan a la medicina occidental. Ahora parece moneda corriente en la ciudad, pero desde siempre estas prácticas formaron parte del imaginario rural o pueblerino. Y detrás de cada una, asoma enseguida un rico acervo de relatos que acompañan tales creencias. Desde el comienzo de la película los testimonios de los pocos habitantes dejan entrever un estado de situación, filmados con una lógica estática a base de planos frontales, que no parece avanzar demasiado. Sin embargo, sabremos que es el prólogo de una historia, una joya que los directores encuentran y que habilita una dimensión misteriosa y atrapante: cada enfermedad es tratada por los vecinos, excepto “el espanto”, un mal que ataca a las mujeres y que solo es curable por un anciano, a quien nadie se anima a visitar. Se llama Jorge, vive solo y al parecer la cura radica en el goce, motivo suficiente para que todos se escandalicen y el aura en torno a este personaje se vuelva gigante y amenazante. Esta dimensión narrativa parece develarse como caída del cielo, es ese meteorito que todo realizador espera encontrar, que se interpone en su camino y abre posibilidades para el desvío, para sacar al documental de su zona de confort estético. Entonces la cuestión se intensifica, se vuelve muy interesante.
Todo esto es contado y mostrado sin necesidad de que los realizadores se consideren más importantes que las personas que entrevistan y los obstáculos que se les presentan cuando intentan acercarse a Jorge. La distancia entre él y el pueblo se asemeja a una especie de western enfermizo donde la espectacularidad y los principales hechos quedan fuera de campo.
Sin embargo, en el punto más álgido del conflicto, hay como una sensación de pereza y de abandono que opaca en cierto modo la riqueza del material trabajado. Tal vez la película abra varias aristas y al final no encuentre qué cerrar, pero sin duda es un documental estimulante.
Por Guillermo Colantonio
@guillermocolant