Se estrena, luego de su paso por la Competencia Argentina del Bafici 2017, El espanto, un documental que expone usos y costumbres en el interior del país sobre salud y “curaciones alternativas” en medio del propio prejuicio social.
Los pueblos tienen sus secretos. Y éstos generan chismes. No por nada la frase “Pueblo chico, infierno grande”. Y El Dorado no es la excepción. En los pueblos también hay siempre a mano algún curandero/a que se encarga de “curar” esos males para los que la medicina tradicional no encuentra remedio: empacho, mal de ojo, pata de cabra, espanto. Y éste, que aqueja sólo a las mujeres, según dicen, se convierte en el eje central del film junto con aquel hombre mayor, el único que practica su curación, ya que los métodos que utiliza y su vida privada dan origen a diversos corrillos.
El documental utiliza entrevistas de pobladores en sus casas o trabajos (almacén, peluquería) testimoniando sobre estas cuestiones y armando como un rompecabezas sobre Jorge (este curandero especial) y sus actividades y luego virando a las opiniones que se tienen hacia el sexo y, especialmente, la homosexualidad.
La manipulación es evidente. No en cuanto a tergiversar lo dicho y cambiarles el sentido a los comentarios (de hecho es casi un registro del lugar común lo que se escucha) sino al montaje y la edición que los ubican en determinado contexto del filme en procura de un crescendo dramático (o al menos un esbozo de conflicto) o de direccionar una interpretación determinada. Se pasa del relevamiento del saber popular a la intriga, después a la discriminación entre susurros para finalmente volverla explícita y luego a un cierre sobre relaciones y sacramentos religiosos. Que claramente habla de los mecanismos de interrelación y vinculación en ese pueblo.
Que de alguna manera se están actuando los testimonios (lo que no significa, reitero, que los protagonistas no piensen de esa forma y que el material discursivo no sea original) se puede verificar en varias oportunidades tanto como el artificio en la misma puesta en escena. Ambas decisiones generan dudas con respecto a la posición que toman los realizadores.
La primera imagen que vemos es de una ambulancia avanzando por los caminos. La cámara la sigue y observamos permanentemente la frase que luce en su parte posterior: “Mantenga distancia”. Entre hacerle caso y no, se mueven El espanto y sus directores.