Si algo bueno tuvo la remake realizada por Simon West en el 2011 del clásico protagonizado por Charles Bronson en 1972, era el mantenimiento del espíritu del personaje adaptado a las nuevas tecnologías.
El final de la película de West establecía la ficticia muerte del personaje, valga la posible redundancia de un filme de ficción.
En esta segunda parte todo comienza cuando Arthur Bishop (Jason Statham) es descubierto por un temible traficante de armas en Río de Janeiro, teniendo una vida nueva y apacible bajo seudónimo, claro.
El malvado desea contratarlo para que trabaje para él. El bueno de Bishop está decidido a no matar a nadie más, por lo que en una de las escenas de acción más ridículas e inverosímiles de la historia del género, se escapa y desaparece. Nada va hacer que él vuelva a la senda de “San La Muerte”.
Recala en una isla del otro lado del mundo, donde lo espera una antigua amiga y un refugio establecido por él, por las dudas. Pero parece ser demasiado grande, pues cinco minutos después es descubierto por el mismo ignominioso personaje, claro está que Bishop, antes debía hacer contacto con Gina (Jesicca Alba), la doncella a la que deberá rescatar de las garras del malo, una vez que la secuestren, por supuesto. En medio cumplir con el mandato de asesinar a tres personas que Riah Crain (Sam Hazeldine) le señale, otros muy malos por antonomasia, tanto que es más difícil llegar a ellos que entrar a Fort Knox o al Area 51.
Todo el filme esta así construido circulando desde lo inverosímil a lo estúpido, pasando por lo ridículo. Una lástima, tanta lastima da ver que el otrora inteligente Arthur ahora se parece a Alan Ladd, ese actor que nunca se despeinaba, manteniendo inconmovible su jopo, peleara con quien se peleara, el tiempo que lo hiciera. (Ya van a aparecer detractores señalando la calvicie de Statham).
Sin olvidarnos que es un producción de acción, donde lo importante se centra en las escenas que le dan notoriedad al estilo, están bien filmadas, buen montaje, con rápidos cortes de planos, buena fotografía, nada de arte, por supuesto, buenas actuaciones, y punto.
Desde estructura narrativa clásica el guión, la construcción de los personajes y la progresión dramática, todo, es no sólo inverosímil, como dije antes, sino que al mismo tiempo es extremadamente previsible, lo que implica aburrimiento asegurado, por lo que sólo quedaría la adrenalina impuesta por la violencia y el vértigo. O sea nada, porque terminan provocando risa, no asombro.