El director alemán de La ola filma una película "a reglamento" que se ubica entre lo más flojo de ese gran héroe de acción que es Jason Statham.
Casi un subgénero en sí misma, la filmografía de Jason Statham remite invariablemente a las de Sylvester Stallone, Arnold Schwarzenegger y otros tantos héroes del cine de acción de los años ’80 o ’90, lo que permite entender su presencia en aquella reunión de amigotes que fue Los indestructibles. Lo cierto es que el pelado entrega aquí una de las peores películas de su carrera, un mecanizado y reglamentario relato centrado en las piñas y patadas que, para colmo, no son tantas.
El británico es aquí Arthur Bishop, un reputado asesino a sueldo que ahora disfruta las mieles del éxito –y del dinero- en una paradisíaca playa de Río de Janeiro. Allí recibe y rechaza una llamada con una oferta para volver al ruedo. El contratista, entonces, envía a una hermosa mujer (Jessica Alba) con el objetivo de enamorarlo y después fingir su secuestro para obligarlo a trabajar para él a cambio de su liberación. El plan sale aún mejor: ellos se enamoran en serio. Así, Bishop deberá ejecutar a tres referentes del crimen organizado y demás negocios ilegales, siempre sin que se note demasiado.
Durante esa primera parte, el guión de esta secuela de El mecánico (2011) exhibe un desgano inhabitual para los cánones hollywoodenses, enhebrando diálogos imposibles y/o gastados que preludiarán aquello en lo que debería estar el punto fuerte del film, que son las escenas de acción. El alemán Dennis Gansel (La ola) filma a puro reglamento, sin vuelo ni creatividad, aun cuando la metodología de los asesinatos son bastante originales. Por ahí también anda un Tommy Lee Jones totalmente desatado en la piel de un capo narco y testigo fiel de un desenlace que difícilmente sorprenda a alguien.