El fetichismo de la mercancía
¿Cuánto valen las cosas? ¿De cuántas maneras puede llegar a interpelarnos un mero objeto material? Con agudeza y fluidez, los debutantes Tatiana Mazú y Joaquín Maito exploran el mundo de las mercancías y ponen al desnudo la dimensión inmaterial y emotiva que ata a los seres humanos con los objetos; un vínculo cotidiano, conflictivo, que media (y modela) las relaciones sociales a partir de las cuales organizamos nuestro mundo.
El Estado de las Cosas es un documental muy singular que pone en escena una de las tantas contradicciones del sistema capitalista en el que vivimos: por un lado, el onanismo consumista de la desenfrenada compra-venta de bienes y, por otro, la angustia existencial que dicho desprendimiento genera, pues, en términos metafóricos, el hombre deposita su alma, su historia y parte de su identidad en esos objetos.
Entre los aciertos del film está el hallazgo de una casa de remates en el barrio de flores (Artigas 1030), en donde un carismático rematador, Andres Leonardo Casanovo, vende todo tipo de cosas en pos de la maximización de la ganancia: colchones usados, vajillas, posavasos, muebles, licoreras, tocadiscos Winco y hasta un papá Noel (todo un símbolo que condensa la tensión entre consumo irreflexivo y la dimensión espiritual de los objetos). Todo tiene una historia, pero a su vez todo se vende.
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Las entrevistas ocupan un lugar privilegiado en el film. En ese sentido, la pluralidad de los testimonios (entre los que se destacan los propios clientes de Artigas 1030 y un comerciante que vacía casas enteras repletas de recuerdos de personas fallecidas o de ancianos que deben dejar sus hogares) reafirma la premisa principal y unifica el relato con suma coherencia.
Sin embargo, el documental no se trunca en la mera denuncia y consolida su eje en todo lo que gira alrededor de esas transacciones. Así, entre martilleo y martilleo, el pequeño local de remates deviene en un espacio de socialización en donde los clientes-amigos comparten brindis de navidad, interactúan entre sí, se cuentan anécdotas, se ríen, concurren con sus hijos, comen sandwichitos. La existencia acontece en contextos siempre hegemonizados por la dimensión comercial, pero que no se agotan en él, y creo que esa es una de las ideas más fuertes de este documental de 71 minutos, que se desarrolla con buen pulso y con una correctísima fotografía y elección de planos.
El Estado de las Cosas invita a la reflexión ética sobre nuestras propias prácticas y da cuenta de un escenario socio-económico en donde la dicotomía “placer-angustia” que genera el constante consumo comercial domina las relaciones sociales. Y todo ello tratando con mucho respeto a los propios entrevistados, evitando emitir juicios de valor condenatorios y entendiendo que, en definitiva, ese es el estado de las cosas en el que vivimos.