Otras historias extraordinarias
Hace algo más de tres años, Mariano Llinás estrenaba Historias extraordinarias en el BAFICI. Fue una modesta revolución dentro del cine independiente argentino. Modesta pero revolución al fin. Sin embargo, hubo que esperar tres ediciones más del festival porteño para encontrar otra película que retomara el método de producción, las ambiciones (las ínfulas de GRAN cine), el talento y la audacia de aquella épica. El estudiante es una enorme película concebida con absoluta libertad y por fuera de los pasillos y oficinas del INCAA (es decir, sin la mirada puesta en los subsidios oficiales) y una ratificación de que hay otras formas de hacer cine en nuestro país.
Por otra parte, viene a demoler los prejuicios de los sirvenes y los carnevales que caen en el lugar común (a esta altura, aburrido y perezoso) de sostener que todo el nuevo cine argentino es minimalista, intelectualoso, que en sus historias "no pasa nada". Espero que esos agoreros, esos que exaltan películas mediocres como Viudas, se animen a concurrir a los "antros" del MALBA o la Lugones para ver todo lo que pasa en los intensos, cautivantes, demoledores, fascinantes 124 minutos de El estudiante.
No creo que la película sea perfecta (incluso tengo algunos reparos con su secuencia final, que para mi gusto no está a la altura del resto), pero desde OtrosCines.com creemos que hay que jugarse -desde la pasión cinéfila, claro, no tenemos nada que ver con la producción- cuando aparecen films como El estudiante. Y, por si hace falta, aclaro que no soy un dogmático, que no todos tienen que trabajar como Mitre (aquí con la ayuda de Llinás y Pablo Trapero, y la convicción de sus fieles laderos en la producción como Agustina Llambí Campbell, Laura Citarella y Fernando Brom). Sin ir más lejos, en simultáneo con esta película ultraindependiente se estrena la hipercomercial comedia Mi primera boda. Y está muy bien que así sea, que estos dos "modelos" convivan y que cada uno tenga su segmento de público (1.000 espectadores le sirven a los números de El estudiante tanto como 50.000 al largometraje de Ariel Winograd). No es uno u otro sino uno y otro.
Sin aliento
Codirector del film colectivo El amor (primera parte) y coguionista de Leonera y Carancho, ambas de Trapero, Mitre debuta en la realización en solitario con un thriller ambientado en el convulsionado mundo de la política en la Universidad de Buenos Aires.
Roque (Esteban Lamothe) llega a la ciudad desde un pueblo del interior para retomar sus estudios y, poco a poco, irá escalando posiciones dentro de una agrupación progre de Ciencias Sociales. Con una narración seca y vertiginosa, de esas que dejan sin aliento, Mitre disecciona de forma implacable, con gran profundidad e inteligencia, las relaciones humanas y expone todo el cinismo, la hipocresía (y las traiciones cruzadas) de estos profesionales del poder para quienes la ideología, la lealtad y las convicciones hace mucho que dejaron de tener sentido.
En el film hay una obsesiva búsqueda de realismo (el realizador incorpora incluso a su ficción imágenes documentales de asambleas y manifestaciones), un gran cuidado para cada diálogo, cada palabra de la "jerga" suene creíble (las frases son tan punzantes que algún crítico extranjero hizo una comparación con Aaron Sorkin, el guionista de The West Wing y Red Social) y un trabajo impecable con un elenco sin fisuras con intérpretes que en muchos casos provienen del teatro off.
Como en toda gran película, en El estudiante no sólo se luce su protagonista -y motor de la narración- sino también cada uno de sus secundarios. Mitre le dedica el tiempo necesario a esos operadores políticos que anudan y desanudan todo en las sombras (los herederos de los Cotis Nosiglias) y a los jóvenes militantes que hoy manejan una fotocopiadora y mañana son grupo de choque o pasado mañana aparecen como candidatos en una lista o en un cargo rentado.
El estudiante -quedó dicho- tiene algo de impronta documental, de ensayo sociológico, pero Mitre se arriesga también con una subtrama romántica entre Roque y Paula (Romina Paula) que no desentona y va construyendo una tensión y un suspenso propios del thriller que -como admitió el propio director- tuvo como uno de sus referentes a la filmografía del francés Jacques Audiard (El latido de mi corazón, Lee mis labios, Un profeta).
Lamento que El estudiante no llegue al circuito "comercial". Como comentábamos hace algún tiempo con Gustavo Noriega en Twitter, un film de estas dimensiones artísticas debería estrenarse, por ejemplo, en una sala digital del Hoyts Abasto (se rodó en HD), pero hoy -con el caniblismo y la miopía del mercado local- eso suena a quimera, a utopía. Habrá que contentarse, entonces, con que este joya tenga su recorrido por el MALBA y la Lugones. Ojalá la gente que no es "del palo" venza sus pruritos y se acerque, que la película crezca con el boca en boca y se sostenga en el tiempo. Así, la mencionada Historias extraordinarias se mantuvo varios meses en cartel y fue vista por bastante más de 30.000 espectadores. El estudiante debería llegar a un destino similar. Se lo merece.