Tenga en cuenta lo siguiente: este film solo se proyecta en el Malba y en la Sala Lugones. Olvídese de lo que dicen por ahí del cine independiente argentino –que es lento, que no pasa nada, que sus criaturas son abúlicas: todo falso– y piense que va a ver un thriller político de esos llenos de suspenso, de zancadillas, de pequeñas victorias, de traiciones, de sexo, de manipulaciones. No hay tiros ni sangre, es cierto: solo se trata de una dinámica y despiadada radiografía del poder que utiliza como escenario la universidad. Aquí no hay partidos políticos –o sí, pero operan en las sombras– sino agrupaciones estudiantiles. Es la historia de Roque Espinosa –si viviera en los EE.UU., Esteban Lamothe se transformaría por este trabajo, inmediatamente, en estrella–, el “estudiante” del título, un muchacho del interior que poco a poco descubre su talento para manejar gente y se vuelve imprescindible como puntero. Más allá de lo preciso –hasta la sátira– del retrato de la UBA –a la que nunca se nombra–, más allá de que son reconocibles los modos y léxicos de peronismos, radicalismos, izquierdas y derechas varias, lo importante es cómo, de modo transparente, se comprende la miseria y la grandeza de nuestra vida política. O más allá: de la naturaleza y el manejo del poder, un tema que excede cualquier coyuntura. Opera prima del guionista de “Leonera” y “Carancho”, Santiago Mitre, realizada con un profesionalismo abrumador sin los subsidios del INCAA, “El estudiante” no solo es el mejor film argentino del año, sino una obra histórica. En este espacio no damos órdenes, pero permítanos una: véala.