Una de las dos películas argentinas que formaron parte de la Competencia Internacional del BAFICI fue El Estudiante, primera en solitario de Santiago Mitre, uno de los cuatro directores de El Amor (Primera Parte) y guionista junto a Pablo Trapero de Carancho y Leonera. Hay cierto contacto con el cine de este realizador, en la construcción de un relato con algo de suspenso centrado en un hombre común que debe hacer frente a situaciones que lo superan y para las que no está preparado. Un intensivo trabajo de guión, junto a otro pilar del Nuevo Cine Argentino como es Mariano Llinás, se traduce en una película capaz de articular un profundo contenido político para generar una historia vibrante. Si hay algo evidente al finalizar la proyección es que sus 124 minutos de duración no suponen una carga, al no disminuir su intensidad en ningún momento, no solo no decae sino que logra mantenerse apasionante a lo largo de dos horas.
Es interesante el punto de vista que ofrece sobre la militancia estudiantil, dirigencias harto conocidas por todo aquel que alguna vez pisó una Facultad o escuchó las noticias. A la cara visible del folleto y el pasillo, el director pone el foco en el lado oculto, en el de los entramados políticos, negociados y acuerdos de los que el 95% del estudiantado no se entera. En ese sentido puede ser vinculada con El Bonaerense, película de Trapero del 2002, en la que un hombre del Interior llega a Buenos Aires para desempeñarse como Policía y libera al monstruo que lleva dentro cuando empieza a desenvolverse en el mundo de la corrupción. Sólida desde cualquier punto de vista, hay un gran trabajo de actores, dirección, guión, música, fotografía y demás aspectos técnicos. Sin duda es una de esas escasas realizaciones argentinas que por año logran, en forma equitativa, el visto bueno del público y la crítica. Este gran trabajo de Santiago Mitre fue, en lo que a mí respecta, la mejor película que ofreció el festival.