Más docudrama que documental clásico, El Etnógrafo es uno de los trabajos del género más notables y conmovedores de los últimos tiempos. Siguiendo el itinerario de un hombre excepcional, John Palmer, un británico que llegó a nuestro país hace más de 30 años con un doctorado de Oxford, con el objetivo estudiar la cultura wichí, el film de Ulises Rosell va mucho más allá de un simple acompañamiento, se niega a que el espectador sea un mero testigo
de sus vivencias y vicisitudes, sino más bien un comprometido integrante de la aventura. Un derrotero para nada sencillo, en el que este antropólogo, asentado en Tartagal junto al grupo étnico Lapacho Moche, integrada por miembros wichís, e incluso formando familia con una mujer aborigen, brega, a veces infructuosamente, por hacer prosperar la vida de la comunidad. Entre sus objetivos también aparece la lucha por obtener la libertad de un miembro de la comunidad y el reclamo de tierras, entre otras búsquedas, mientras sus niños dan vueltas a su alrededor hablando una jerga que combina el castellano, el inglés y el wichí. El director de films de ficción como El Descanso y Sofacama aborda el género como el experto documentalista que también es, brillantemente apoyado por los climas sonoros de James Blackshaw y la fotografía de Guido De Paula. Una pieza reveladora, emotiva, austera y grandiosa al mismo
tiempo.