Sólo ochenta minutos
"Un último obstáculo los separa de su meta" le dice un supervisor a los ocho candidatos que compiten entre sí para obtener un puesto en una misteriosa compañía. Encerrados juntos en una habitación sin ventanas, con la presencia de un guardia y una cámara que los observa, los postulantes tienen ochenta minutos para responder una pregunta que tienen en una hoja en blanco y reglas que deberán seguir si no quieren ser descalificados.
El exámen llega con cinco años de retraso y juega con la idea del encierro y la locura que se desata por ganar el trabajo ante la presencia de un supervisor que les da órdenes precisas. La película inglesa de Stuart Hazeldine resulta más inquietante al comienzo (se presentan los ocho nombres de los participantes alternados con primerísimos primeros planos) que durante su desarrollo, donde el tic tac del reloj, hace que los conflictos estallen cuando se descubre que la empresa en cuestión ha descubierto el remedio contra una pandemia que afecta a la humanidad.
Sin sangre y con algo de violencia, la película es imaginativa pero también confusa por la cantidad de datos que va tirando conforme avanza la trama, lo que quita suspenso cuando cada participante es eliminado. Como una suerte de peones inmersos en un juego que los supera -y controla- los personajes se mueven entre el desconcierto, la búsqueda de una respuesta que no se ve bajo la luz del recinto y algunos "flashbacks" en blanco y negro que reafirman los conceptos y explican lo que vimos al principio del fillm.