ES HORRIBLE PERO ERA PREVISIBLE
Unas horas después de ver El exorcismo de Anna Waters doy en televisión con la primera Scary movie (2000). Me resultó moderadamente interesante la mirada que aquella parodia poco sutil del cine de terror tenía sobre los iconos y las convenciones del género; es decir, había un género de fuerte presencia en la cultura popular e incluso dentro del sector mainstream de la industria, al que era fácil y conveniente parodiar. Pero la incapacidad del cine de terror para evolucionar creativamente, la escasa aparición de nuevas formas y contenidos, y la influencia más bien negativa de éxitos de fórmula agotada como El juego del miedo y Actividad paranormal, han transformado los medios de producción y también la recepción. El negocio es claro, producir mucho y barato porque hay un público global cautivo bastante acrítico que consume esto sin parar. A grandes rasgos, gran parte del cine del género terrorífico es intrascendente, y su influencia en la cultura popular se ha desvanecido, con lo cual no hay mas Scary movie y sí engendros como El exorcismo de Anna Waters.
Hay una película llamada Desde la oscuridad (Lluís Quílez, 2014) interpretada por Julia Stiles, que vale para hacer una comparación. Es igual de mala que El exorcismo de Anna Waters, pero además comparten el estilo de producción: son películas baratas de fantasmas con efectos especiales paupérrimos, actuaciones imposibles y, además, con evidente presencia de capitales estadounidenses, aunque filmadas en colaboración con otro país, en aquel caso Colombia, en el de la película que nos convoca Singapur.
No sólo por cómo fue producida El exorcismo de Anna Waters es un claro producto de nuestro tiempo, sino que también lo es en términos narrativos. En estos tiempos inauténticos de factura videoclipera Kelvin Tong, director y guionista irresponsable, propone un cuento caótico. Desde su utilización del encuadre y el fuera de campo que anuncia todos los sustos que encima pretenden ser sorpresivos, hasta el curioso manejo del montaje paralelo anti-climático, sin ritmo, y por lo tanto sin sentido que: literalmente parece que estuviéramos viendo una película, que de repente alguien cambiara de canal y pasáramos a ver a otra película parecida pero peor porque no sabemos de dónde viene. El exorcismo de Anna Waters se va armando a los tumbos con la típica trama policial que implica que los protagonistas intentarán descubrir las razones de los entes paranormales terminando siempre un paso atrás. Inevitablemente nos llevará a su clímax que es un exorcismo con las infaltables referencias a El exorcista (William Friedkin, 1973) y aquí una interesante sorpresa, nunca nadie exorciza a Anna Waters porque está muerta desde el comienzo de la película sino que el ritual le es aplicado a su hija Katie que tenía la mala costumbre de jugar con espíritus malignos. Me olvidé de mencionar que Katie tiene la enfermedad de Huntignton, cuyas características son explicadas por los personajes varias veces en la película, y como no puede comer normalmente se alimenta a través de una sonda. Para salvarla del demonio que tiene dentro su tía Jamie, la protagonista, tironea de esta sonda torturando a la pequeña supongo que para que -gracias al dolor- se olvide de que está poseída. Quien quiera corroborar mi testimonio puede arriesgarse a ver El exorcismo de Anna Waters. Yo se los advertí desde el título con una frase del buen Andrés Calamaro: “es horrible pero era previsible”.