Existe un subgénero que ha llegado a la perfección en 1973 y es el género de la posesión diabólica, aun así desde el estreno de El Exorcista (The Exorcist, William Friedkin, 1973) no han parado de salir obras que de alguna manera la homenajean y que, en otros casos, como el que nos toca hoy, le faltan el respeto. «El exorcismo de Dios» de Alejandro Hidalgo. Se suma a este género tomando elementos de la obra maestra de William Friedkin, pero sin siquiera rozar en lo más mínimo a la película que inspiro al director.
La historia nos sitúa en un exótico pueblo de México en el cual un extraño fenómeno esta matando a los jóvenes. La presunta causante de los decesos al parecer es una interna de la prisión local que se encuentra poseída por un ente diabólico. Como suele suceder en este tipo de películas una entidad cosmopolita como la iglesia católica solo puede enviar como salvador a un sacerdote estadounidense, Peter Williams (referencia más que obvia a William Peter Blatty autor de la novela El Exorcista), quien cumple con su rol de héroe al mismo tiempo que intenta enmendar un error del pasado ya que hace dieciocho años al intentar exorcizar a un demonio termino poseído por este y cometiendo sacrilegio. La película intenta jugar con la lucha interna entre el bien y el mal que sucede en la psiquis del protagonista, pero es tan torpe que termina siendo bochornosa.
En el subgénero de la posesión diabólica se entiende que debe ser muy difícil llegar a la originalidad y que muchas veces a pesar de los intentos es imposible no emular a las obras exitosas, pero se suele apreciar el esfuerzo que suelen hacer algunos directores como Scott Derrickson en «El exorcismo de Emily Rose» (2005) y «Líbranos de mal» (Deliver us from evil, 2014) , en el caso de Hidalgo se nota esta dificultad pero por sobre todas las cosas nos queda claro que ni siquiera hizo el intento de aportar algo de originalidad. Nos encontramos con ciertos planos que emulan a la obra de Friedkin junto a la utilización de jumpscares forzados para generar susto que ni siquiera son efectivos y pecan de innecesarios.
La película básicamente muestra a personas de un país católico como incapaces de comprender la propia liturgia y mística de la religión que practican dejando la defensa de sus creencias a un representante de un país que principalmente es protestante, según el argumento de la película el estadounidense es mejor para comprender las costumbres de los propios mexicanos y darles una solución. Es decir, la vieja lógica colonial que comprende que la salvación viene de fuera, específicamente de EEUU, inclusive la salvación espiritual. El argumento peca de ridículo e inverosímil aun dentro de la inverosimilitud de lo que es la religión y la idea de la posesión.
En el rubro técnico hay poco o casi nada que destacar ya que el guion, la edición, el montaje y hasta los efectos visuales nos muestran una mediocridad que parece propia de una producción amateur o, para no ser tan elocuente, una chatura que excede lo pretendido por la obra, ni siquiera las actuaciones o la construcción de personajes destaca en esta historia que pretende ser de terror, pero no lo logra. El director Alejandro Hidalgo quiso hacer una apuesta ambiciosa en esta producción al incursionar en un subgénero que tiene sus propias vacas sagradas, pero en este solo logro evidenciar su poco manejo a la hora de construir una narración y nos entrega un pastiche lleno de obviedades.