Una rareza de la filmografía de Russell Crowe que representa su primera incursión en el género de terror clase B.
Su presencia en esta producción es un poco desconcertante pero terminó por hacer llevadero un espectáculo que padece el desgaste y la falta de creatividad que solemos encontrar en esta temática.
La trama está inspirada en las experiencias reales del sacerdote Gabriele Amorth, quien manifestó haber practicado cerca de 160 mil exorcismos entre los años ´80 y el 2010.
Un experto en demonología y fundador de la Asociación Internacional de Exorcistas que además sobresalió como una figura muy controversial dentro de la Iglesia Católíca.
Alineado con las ideologías de derecha más conservadoras Amorth expresó públicamente numerosos disparates absurdos que retrataban su mentalidad arcaica y decadente.
Entre ellos el hecho que la práctica de yoga y la lectura de libros de Harry Potter conducen al mal por estar vinculadas al satanismo. Siempre me pregunté qué hubiera pensado el sacerdote si tomaba contacto con un tomo de la saga Drangonlance o los cuentos de Conan.
Probablemente los hubiera mandado a la hoguera.
Afortunadamente la composición de Crowe y la película de Julius Avery no se toma en serio a Amorth quien en esta propuesta terminó convertido en el Jack Sparrow de los exorcistas del cine.
Un gancho muy atractivo porque va a contramano de los clásicos clones trillados del Padre Merryn de la obra maestra de William Friedkin.
En este relato Russell encarna a un exorcista excéntrico que le encanta chupar wisky se pelea con los jerarcas del Vaticano, conduce una moto Vespa y bardea a los demonios que enfrenta a través del sarcasmo.
Ese perfil del personaje termina por hacer llevadera una propuesta cuyo conflicto se estanca en los lugares comunes que solemos encontrar en estas historias.
Avery, quien fue responsable de la sólida Overkill y hace poco dirigió a Stallone en Samaritan en esta película le pintó la vagancia y su narración se rinde a los lugares comunes que suelen presentar las propuestas de posesiones demoníacas.
Las típicas escenas robo de El exorcista son abundantes y más que una obra de terror este estreno se encamina por el terreno del thriller sobrenatural.
No hay ninguna escena remotamente aterradora y al cuento previsible que desarrolla lo salva un muy buen reparto que contribuye a que el espectáculo al menos sea un poco más entretenido.
Un hallazgo notable el casting del joven Peter DeSouza-Feighoney quien encarna la mejor víctima de posesión que vimos en el último tiempo.
El elenco incluye también al Gran Franco Nero en el rol del Papa quien comparte una simpática escena junto a Crowe.
Los efectos especiales dentro de todo son decentes y la película está bastante cuidada en esos aspectos.
Aunque es una propuesta que se borra de la mente enseguida al menos se deja ver y no se padece tanto como otros estrenos recientes que abordaron los mismos conflictos.