Duelo de fe con un batallador Russell Crowe.
El padre Gabriele Amorth fue uno de los sacerdotes italianos con mejor reputación dentro del Vaticano y bajo el ala de pontífice Juan Pablo II, logró realizar más de 70000 exorcismos en todo el mundo, un récord absoluto en la lucha de la fe católica frente al diablo. De todas maneras, este también fue un cura con pensamientos bastantes controvertidos. Según sus propias palabras la mayoría de las posesiones en personas se debían a alguna debilidad del tipo mental y estos luego eran utilizados por el diablo para llevar su estampa de maldad, pecado y codicia a nuestro mundo. También Amorth culpaba al diablo de males sociales como la delincuencia y la drogadicción. Tan importante fue la figura del padre Amorth para el exorcismo, una ceremonia de origen medieval, que en el año 2017 el director William Friedkin, el mismo detrás del clásico absoluto del subgénero de posesiones demoníacas El exorcista (1973), realizó un muy recomendable documental acerca de su vida y obra llamado El demonio y el padre Amorth.
En la película de terror El exorcista del papa (2023), se vuelve a invocar a su presencia, en este caso interpretado por el solvente actor, ganador de un premio Oscar, Russell Crowe. En esta ficción el padre Amorth (Crowe) es enviado a un pueblito en España para ocuparse de un supuesto caso de posesión en un joven que vive con su madre y su hermana. Por lo que se puede apreciar carisma no le falta a este cura, que hace chistes con monjas y colegas y de paso empuja a soltarse a en la profesión de fe a su novel discípulo, el padre Esquivel (Daniel Zovatto). Y junto a este joven cura español formarán una dupla eficiente y por momentos hasta divertida, muy a pesar de los espeluznantes eventos que les tocarán afrontar.
La película comienza muy bien. Hay que reconocer que Russell Crowe es un excelente actor y que sabe cómo llenar de matices a cada personaje que le toca interpretar. Su padre Amorth es un hombre ameno y servicial con la comunidad, pero en cambio es un rival fuerte y de temer en su lucha contra Satanás. Nunca se dará por vencido en la temible batalla. Sin embargo, promediando la mitad del metraje la película, dirigida por el realizador Julius Avery, también responsable de la notable Operación Overlord, se llena de las típicas convenciones que pertenecen al subgénero de posesiones. Levitaciones, insultos en lenguas desconocidas, transformaciones físicas, todas a cargo del pobre muchacho poseído. Russell Crowe hace lo que puede con un guion que por instantes bordea el ridículo, y lo pone en situaciones donde en lugar de lucirse su talento pasa desapercibido.
Desde que se estrenó El exorcista de William Friedkin por los controversiales años 70’s, la vara quedó demasiado alta en lo que respecta a producciones sobre exorcismos. Y si bien la leyenda del largo recorrido en el tema por el padre Amorth se intuye muy interesante, muchas veces no es suficiente si no hay una historia pasable o con un poco de coherencia detrás. Una verdadera pena teniendo como protagonista a un actor de la calidad de Russell Crowe, solvente como pocos. Dentro del ya vapuleado y sin embargo siempre popular género del cine de terror, lamentablemente son cada vez menos los casos donde se ofrecen historias que nos provoquen verdadero horror y de paso nos enfrenten cara a cara con el príncipe de las tinieblas, Lucifer.