Previsibilidad provinciana
Del mismo modo que en el relato anterior, la estructura del film está compuesta por dos grandes bloques: por un lado, la historia de Sonny en torno a la consolidación (y ahora expansión) de su hotel y la conquista de su novia Sunaina (ahora matrimonio); por otro lado, el conjunto caleidoscópico de tramas secundarias que hacen a las historias de los hospedantes.
El gran defecto que tiene la película es la previsibilidad de casi todas las ocurrencias: desde la confusión entre las identidades de los nuevos huéspedes (Richard Gere y Tamsin Greig), hasta los desenlaces amorosos del segundo bloque (la decisión de armar pareja con el chofer, etc.). Si a esto le sumamos el desbalance entre forma y contenido, es decir, que las historias más interesantes (la de los huéspedes) no ocupan el lugar central de la diéresis, y viceversa, el resultado es una narración bastante anodina, que logra incluso el pecado de aburrir con esa troupe de excelentes actores, principalmente porque el nivel dramático de las historias particulares se ha mantenido, por un lado, en el nivel más bajo posible, y, en segundo lugar, porque toda la poca comicidad de la película se ha dejado en manos de Sonny, un personaje que resulta más detestable y estúpido, que cómico.
La película no sorprende, lo cual en sí mismo no es un defecto si fuera del caso que es extremadamente conmovedora e intensa, pero lamentablemente no lo es. De alguna extraña manera, ambas películas operan con una estrategia pobre e insuficiente para lograr un buen producto: excelentes actores, en escenarios exóticos potencialmente explotables, historias aburridas y previsibles. De hecho, y sobre todo en el segundo film, la previsibilidad del argumento parece trasladarse a la vida misma de los personajes, que se han vuelto prácticamente provincianos del lugar. Del exotismo de la India, del hotel, de los personajes o de la trama ya no queda ni el recuerdo.