Otra forma de viajar y ver a la India
La película se puede pensar como un viaje crepuscular que abre un espacio a una nueva oportunidad, a ese segundo acto sobre el que tanto se ha escrito. El director eligió el formato de la comedia, y la transita con variedad de matices.
No es, en esta oportunidad, respecto de la relación de los espacios geográficos que el film ubica, un film como lo fue la última obra del siempre reconocido y galardonado David Lean, Pasaje a la India, estrenado en 1985 en el ex-cine Radar de nuestra ciudad; ni tampoco es una realización James Ivory, quien, conjuntamente con el aporte de su guionista, Ruth Prawer Jhabwala y de su productor Ismail Merchant, en gran parte de sus films ofrecía una gran perspectiva crítica en su mirada sobre la cultura India.
En este film de John Madden, que se puede pensar como un viaje crepuscular que abre un espacio a una nueva oportunidad, a ese segundo acto, sobre el que tanto se ha escrito, el formato que su director ha elegido es el de la comedia; pero claro está, una comedia que transita mostrando una variedad de matices, según la conducta de sus personajes, quienes desde el prólogo del film son presentados antes del despegue del avión, ante ciertos hechos particulares que cada uno de ellos, sea en soledad o en pareja, están atravesando.
No voy a describir aquí los rasgos de cada uno de ellos. Esa tipología que van asumiendo frente al espectador merece ser contemplada en el devenir mismo de los hechos. Y no porque la sorpresa nos saldrá al cruce, sino porque podríamos caer en la ligereza de transformar en un estereotipo a estos personajes, a la hora de abreviar. Todos ellos tienen más de sesenta años y algunos orillarán los ochenta. Y todos ellos, cada uno con sus historias a cuestas, han visto que allá, en los alrededores de Jaipur, en la lejana India, (así Internet lo promociona), un fascinante y refulgente hotel los invita a hospedarse, a un muy bajo costo. Y más aún, con una tarifa más económica para jubilados.
Se cruzarán en la sala de espera y se conocerán en los pasillos de ese Hotel Marigold, a cargo de ese joven que el público recordará por haber sido aquel actor de ¿Quién quiere ser millonario?. Sin lugar a dudas, este es un film de la industria, pero no por eso menos honesto. Y si esto lo podemos subrayar, es porque ya aquí el talento actoral está al servicio de la proyección de esos sueños postergados, de esos deseos de reencuentros con una antigua historia de amor y de algunos replanteos. Los viajeros ingleses que han llegado allí, movidos por esa imagen casi fabulesca, se abrirán a sus pequeños secretos, temores y alegrías. Y entre notas de humor, enojos y algunos desencantos transcurrirán las horas.
Mientras tanto, ahí en el centro, la figura del Hotel Marigold se debate y resiste al paso del tiempo. Como lo hace el mismo joven que lleva adelante, día a día el funcionamiento del mismo, ante la inminente amenaza de los que ofrecen más. Y entre los nuevos mandatos, tanto familiares y económicos, se van escuchando otras voces. Como esa expresión que se asume como el mismo leit motiv del film y que este joven hará que llegue al oído de todos: "Finalmente se solucionará todo. Por lo tanto, si todavía esto no es así, es porque aún no es el final".
Admirable es el elenco del film que lleva la firma de un director que no sólo tiene en cuenta a las jóvenes estrellas de hoy. Y más que destacada es la presencia de estos actores que no esconden las arrugas de sus manos. Nombrar a Maggie Smith, Tom Wilkinson, Judi Dench, entre otros, ya de por sí es una invitación a velada artística, a una manifestación de eximio talento. En el proyecto original, los roles que cubrieron Celia Imrie y Ronald Pickup los iban a interpretar Julie Christie y Peter O'Toole, pero por cuestiones de contratos previos no lo pudieron hacer.
De todos ellos, Maggie Smith es la actriz más veterana. Nacida en Ilford, en el 34, bajo el signo de Capricornio, en más de una oportunidad compuso a esa viajera inglesa que se abre a otros espacios y se permite vivir otras aventuras. Desde Londres, a punto de partir para Nueva York, se cancela un viaje y todos sus pasajeros deben permanecer en ese International Hotel, nombre de este film de 1963 de Anthony Asquith en el que Maggie Smith, en el rol de una secretaria, actúa junto a Elizabeth Taylor y Richard Burton, Orson Welles, Louis Jourdan y Elsa Martinelli, entre otros. Diez años después, será la tía Augusta quien, junto a su sobrino, siguiendo la letra de la novela de Graham Greene, se lanza tras una riegoso y amoroso itinerario en Viajes con mi tía, bajo la dirección de George Cukor. EN EL 78, compartirá una de las habitaciones de California Suite, en el rol de una actriz nominada al Oscar, junto a su marido, Michael Caine, bajo la dirección de Herbert Ross y en un lujoso hotel de Beverly Hills. A mediados de los 80 viajará junto a su prima a Italia en los primeros años del siglo, modeladas ambas en la rígida y severa educación victoriana, según la novela de Forster, A room with a view, conocida aquí como Un amor en Florencia, de James Ivory.
Ahora, presa de un malestar, sentada en una silla de ruedas, viaja a la India para ser operada con cierta urgencia ya que en su país deberá esperar algunos meses más. Y desde ese lugar, con su particular malhumor, Maggie Smith, al igual que los otros viajeros llegados de Inglaterra nos proponen mucho más que un ligero y exótico divertimento. En ese ir y venir por esas calles o desde algún silencioso ángulo del gran patio del Hotel Marigold algo diferente podremos llegar a escuchar. No todo está dicho desde los lugares comunes, todo dependerá de cómo se vuelva a ver.