Esta maravilla del director más longevo y espiritualmente juvenil del Planeta Cine, Manoel de Oliveira, lleva por título El extraño caso de Angélica y reserva sorpresas incluso para los más familiarizados con el cine del más que centenario realizador portugués. Y es que aquí, además de su característica concepción sosegada del tempo fílmico y su gusto por la declamación teatral, Oliveira se destapa como un brillante orfebre de universos fantásticos (y fantasmagóricos). No en vano, El extraño caso…, como hiciera antes Vértigo, de Alfred Hitchcock, cuenta la historia de un hombre, un fotógrafo interpretado por Ricardo Trêpa, obsesionado con una mujer muerta, cuyo juguetón espíritu es interpretado aquí por la española Pilar López de Ayala. Mucho se ha hablado de la conexión del cine de Oliveira con la era primitiva del séptimo arte. De hecho, se trata de uno de los únicos directores en activo que trabajó en el cine mudo. Así, su profunda fe en las posibilidades del realismo le ha llevado a ser incluido entre la estirpe de herederos del espíritu de los hermanos Lumière. Pues bien, si algo deja en claro El extraño caso… es que Oliveira no estaba dispuesto a irse de este mundo sin rendir tributo al otro padre fundador del cine: Georges Méliès. Para componer este salto al abismo de la fantasía, el director portugués, sin hacerle ascos a la tecnología digital, ha decidido rodar los románticos sueños de su protagonista: delirios oníricos en blanco y negro que acercan al espectador al proceso de transfiguración que atraviesa el protagonista. Una transformación propulsada por la fuerza alucinógena del amor más desbocado y articulada a través de los enigmas de la metafísica y la religiosidad: los espectros y los milagros (no es difícil imaginar que la película hubiese fascinado a Carl Th. Dreyer). Anacrónica y caprichosa, ridícula hasta lo sublime, El extraño caso… dejó a su paso dos de las imágenes imborrables del Cannes 2010: primero, el humo de un cigarrillo disolviéndose en la oscuridad y evocando los misterios intangibles del cosmos; y segundo, un hilarante plano fijo protagonizado por un periquito, un gato y el ladrido lejano de un perro. En fin, una obra maestra. MANU YÁÑEZ MURILLO