El director Bent Hamer construye un film entretenido con bellas imágenes de Oslo
Ganadora de cuatro premios Canon -los más importantes de la industria cinematográfica noruega-, El extraño señor Horten llega a las salas comerciales porteñas luego de haber sido una de las estrellas del ciclo dedicado al nuevo cine noruego, que se exhibió en febrero de 2011 en la sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín.
Luego de este film, Bent Hamer, cineasta de 56 años que es uno de los de mayor renombre internacional de ese país en la actualidad, estrenó en la competencia oficial de San Sebastián En casa por Navidad y ganó allí el premio del Jurado al mejor guión, a pesar de las críticas divididas de la prensa especializada. El extraño señor Horten formó parte de la sección Una Cierta Mirada del Festival de Cannes en 2007, plaza habitual para las películas de Hamer, caracterizadas por un calculado equilibrio entre cierto look independiente y los condimentos habituales de las recetas del cine comercial.
No es casualidad que Factotum , una descafeinada adaptación de la muy buena novela de Charles Bukowski, haya sido protagonista destacada del Festival de Sundance, ese epicentro de la corrección política y del cine que no es ni chicha ni limonada creado por Robert Redford en los 80. El extraño señor Horten del título local del film es un maquinista de las sofisticadas líneas ferroviarias noruegas que acaba de jubilarse y empieza a tomar conciencia del cambio que eso implicará en su rutinaria existencia.
De inmediato, ese hombre taciturno pero afable, aficionado al tabaco en pipa y a las buenas pintas de cerveza, se verá envuelto en una serie de situaciones absurdas y tragicómicas, a la manera de un Buster Keaton perdido en Oslo. Aprovechando la particular luz natural de los países escandinavos, Hamer hilvana planos de notable belleza e indudable rigor formal. Construye un film estéticamente prolijo, en perfecta sintonía con el tono de una historia entretenida y un poco naíf. Lo más inquietante de la película aparece con la irrupción de la muerte -un tema que, naturalmente, circula por toda la historia- de un simpático personaje secundario, narrada de una manera piadosa y creativa. Es el momento en el que Hamer saca un poco los pies del plato en lugar de ceder a la tentación de cantar una que sepamos todos.