Los ojos cerrados
Amable comedia noruega sobre un hombre que se jubila.
Odd Horten ha vivido haciendo lo que tenía que hacer, con un orden y una prolijidad rigurosas. Conductor de un tren que hace el recorrido, bellísimo, que va de Oslo a Bergen, al solitario y silencioso Horten le ha llegado la hora de retirarse después de 40 años de trabajo para la empresa. Como todos los días, toma su pipa, se pone el uniforme y hace su viaje de ida y vuelta.
Pero esa noche sus compañeros de trabajo le hacen una despedida en la que, tras regalarle una estatuilla de un tren y entretenerse adivinando el sonido de locomotoras, le insisten a Horten de seguir de fiesta. Y es allí que su vida controlada se empieza a desmoronar.
Como esa figura literaria clásica del hombre solitario a quien un hecho fortuito le cambia la vida, el no volver a su casa esa noche desata una cadena de situaciones curiosas. Es que sin poder entrar a la fiesta, Odd se mete en una casa ajena de la que no puede salir, no llega a tiempo a su último viaje, termina en un aeropuerto siendo buscado por la policía y hasta conoce un hombre en la calle que no tiene mejor idea que manejar su auto con los ojos cerrados.
En un estilo que recuerda al finlandés Aki Kaurismaki, al sueco Roy Andersson (no casualmente todos nórdicos) y a otros especialistas en el humor seco (de Buster Keaton a Jacques Tati), pero con un toque más convencional -en especial en el uso de la música para subrayar los distintos momentos-, Hamer ( Kitchen Stories, Factotum ) pone en primer plano lo que pasa cuando los miembros de una cultura organizada y no muy abierta a las sorpresas (en Noruega es normal coordinar una cena con amigos con tres meses de anticipación...), ni a los intercambios demasiado íntimos, se salen de “la rueda” y descubren que en ese sistema de vidas paralelas hay muchos cruces y universos posibles.
Ese hombre que Horten conoce y que maneja con los ojos cerrados puede ser el ejemplo más claro de lo que habla este filme amable, ligero y curioso. Es probable que logres andar a ciegas sin chocarte con nadie. Lo que no te vas a dar cuenta es que lo podés hacer porque los demás te esquivan.