Belleza formal y notable labor de Baard Owe en una aguda comedia agridulce
Cuando directores como Bent Hamer, de quién vimos la notable “En casa por navidad” (2010) en el 2° Festival de Cine Escandinavo del año pasado, hacen del cine un mundo con una mirada distinta desde la cámara siempre deja la grata sensación de lo posible. Pero además cuando la puesta en escena, los encuadres y los diálogos asisten al realizador para conseguir adentrarnos en el perfil psicológico de sus personajes, estamos ante una obra digna de ser revisada por cualquier espectador, aunque llegue 5 años después de haberse filmada.
Esa es la sensación que trasmite “El extraño señor Horten”
Odd Horten (Baard Owe) se está retirando de su oficio de maquinista de una empresa ferroviaria. Su vida ha pasado en forma perfecta y simétrica hasta llegar a su jubilación. Casi matemática desde la cotidianeidad de sus actos. Esta forma metódica de actuar la podemos apreciar en las primeras escenas, desde el sencillo acto de levantarse por la mañana para ir a trabajar. Su vida es el ferrocarril. Tal es así que vive cerca de las vías, por eso los sonidos del andar de los trenes y sus silbatos son el contexto ideal para trazar los primeros bocetos de un hombre al verse por primera vez, o quizá en muchísimos años, en la situación de enfrentar el mundo sin la institucionalización en la que el hombre hace depender su estabilidad psíquica y emocional, concepto que tan bien trazaba Frank Darabont en la excelente “Sueños de libertad” (1996).
De hecho, en una escena mágica los ahora ex-compañeros lo despiden en una ceremonia en la cual le hacen entrega una suerte de trofeo, mientras reemplazan los aplausos por la mímica hecha con los brazos de una vieja locomotora, mientras sueltan silbatazos con la boca.
Luego Horten sale a conocer el lugar donde vive, ahora observado desde el retiro mientras fuma constantemente su pipa. En su andar encuentra personajes y situaciones que lo van conectando con otras realidades de su comunidad mientras su semblante va lentamente perdiendo la rigidez del cumplimiento de las reglas y los horarios de la planilla, para ir humanizando su expresión. Es que Odd ha sido perfecto en su trabajo, pero no en su vida fuera de él. Nunca se animó a nada, es parco, tímido, reservado. Todas características bien perfiladas por el guión, concebido por Bent Hamer y Harold Manning.
Desde esa posición analítica nace el humor en esta comedia agridulce. El realizador logra involucrar al espectador dentro del universo de Horten para comprender por qué vive solo, pero no es solitario, que es estructurado y frío, pero no indiferente.
Así como “En casa por navidad” Hamer construye sus escenas. No le da lo mismo un encuadre que otro, ni la duración de los planos a la hora de la compaginación, con tal de llegar a exponer su estilo narrativo, en lo que mucho ayuda la fotografía de John Rosenlund y la extraordinaria música de John Erik Kaada.
El notable trabajo de Baard Owe componiendo al protagonista es de una exquisitez inusual que va desde su forma de fumar pipa hasta la casi robótica manera de caminar. Una demostración de disponibilidad actoral y una dirección de actores que permite disfrutar una de las mejores construcciones de personajes de los últimos tiempos. En este aspecto el cine de Hamer se parece mucho al de Abbas Kiarostami.
“El extraño señor Horten” vale la pena una salida para ver buen cine.