Una comedia amable, con hombre y perra tristes
Bent Hamer, el de la triste y emotiva «A casa para Navidad», estuvo aquí años atrás, presentando un ciclo de cine noruego en la Sala Lugones. Sencillo, de facciones corrientes, con simple cara de buen oficinista, pasó inadvertido. Por entonces, muy pocos conocían la existencia de su primer logro, «Historias de cocina», amable humorada sobre la confrontación de caracteres entre suecos y noruegos. Parece que los suecos miran a los demás escandinavos desde arriba, y los demás les toman el pelo.
También por entonces, Hamer tenía en sus manos la obra que ahora vemos, y mostraba su afiche con entusiasmo: un hombre de uniforme y cara opaca y tristona llevando en sus brazos una perra gorda y vieja con cara igualmente opaca y tristona. Tal para cual, y ambos para solaz del espectador. Pero aclaremos: ésta es una comedia noruega. Hamer no busca la risa inmediata, sino la sonrisa íntima. Y nunca se burla de sus personajes, generalmente tipos comunes, solitarios y perdidosos. Él los mira con humor comprensivo y se rie, eso si, de la seriedad con que ellos afrontan los absurdos de la vida.
Por ejemplo, el amigo Odd Horten no tiene nada de extraño. Lo extraño está alrededor suyo. El es un correcto conductor de trenes que ha hecho el mismo itinerario a lo largo de casi 40 años. Una vida totalmente «encarrilada». Cuanto mucho, la molestia de chocarse algún alce que tuvo la mala pata de cruzar justo por su camino. Pero ahora, a los 67 años, lo jubilan. Terminan los horarios y los itinerarios. ¿Cómo organizarse otra rutina?
Tras su aire impasible, Horten se encuentra perplejo entre gente más rara que él. Y descubre, no necesariamente la molestia de sentirse viejo e inútil, sino la posibilidad de iniciar otra vida. Dato clave: Hamer dedica esta película a su madre, y a todas las mujeres que practican esquí.