El empleo del tiempo
En su mejor película, Historias de cocina, a Bent Hamer no sólo le interesaba criticar la pretensión de objetividad en las ciencias (sociales) sino que apostaba por filmar la amistad masculina. Más tarde, en Factótum, basada en un texto de Bukowski, Matt Dillon como Hans Chinaski pasaba por varios trabajos, la mayoría humillantes, mientras intentaba escribir y así conjurar su soledad y la evidencia de un mundo amenazado por la insignificancia.
En El extraño Sr. Horten, película menor aunque a veces discretamente emocionante, los destellos de amistad (entre hombres) contrastan con la mecanización de la vida cotidiana y el aislamiento involuntario propio de un sistema social tan "perfecto" como quizás también asfixiante. El protagonista acaba de dejar un empleo después de 40 años y está solo; no es una ecuación existencial sencilla.
Así es que a Horten, que ha sido maquinista de un tren que se desliza por la nieve como si fuera un trineo gigante, le espera un nuevo desafío involuntario: el ejercicio de su jubilación, que en un principio parece tan sólo perplejidad y extrañamiento. La simpática y maldita provocación de Cioran sobre un suicidio colectivo, si se decretaran vacaciones permanentes, resulta ilustrativa; el tiempo libre no es necesariamente una vía garantizada hacia la felicidad.
La discreta conquista de Horten consiste en vencer el tedio, o simplemente resignificar la jubilación como una aventura administrativa del tiempo: esquiar como su madre, nadar desnudo en una piscina pública a medianoche tras quedarse dormido en un sauna, salir a pasear en un auto por la noche con un nuevo amigo, alguna vez diplomático, que dice poder manejar con los ojos tapados. En Oslo, y tal vez en algunos otros lados, un jubilado sólo debe reinventar su existencia simbólica.
Si bien la austeridad emocional predomina, Hamer a veces se ve tentado por un sentimentalismo ligero, lo que no le impide construir escenas en donde el encuentro entre hombres parece una cauta verificación de que la amistad es una práctica virtuosa. El "viaje" entre el diplomático y Horten, coronado con una cita de Strindberg y no mucho después concluido con un plano cenital, sintetiza las virtudes filosóficas y formales del filme.
Las aventuras de Horten tal vez sean demasiado para sus pares del extremo sur. El derecho al júbilo de los jubilados será siempre una buena medida para conocer el progreso de una sociedad. Horten, por ahora, es, entre nosotros, un marciano.