Crítica de “El Falsificador”, biopic sobre Cioma Schönhaus, perseguido por la Gestapo
La película se estrena dentro del 22º Festival de Cine Alemán que se lleva a cabo del 8 al 14 de septiembre en Cinépolis Recoleta.
El Falsificador (Der Passfälscher, 2022) está basado en las memorias de Cioma Schönhaus, publicadas en 2004 bajo el título de El falsificador de pasaportes. Tal rótulo se debe a que en una Berlín atravesada por la Segunda Guerra Mundial, el joven Cioma, para salvarse de los nazis por su origen judío falsificó su identidad y asi mismo ayudó a aproximadamente 300 personas con la producción de documentos falsos. La historia de vida de Schönhaus es sorprendente, pero no única, por eso este periodo terrible de la humanidad es el más representado en la historia del cine.
Al respecto, resulta pertinente recordar el filme Los falsificadores (Die Fälscher, 2007) en donde un exitoso falsificador de dinero es capturado por los nazis y obligado a trabajar para ellos en la “Operación Bernhard” junto a otros judíos. En el caso de El Falsificador, el trayecto es el inverso, Cioma debido a su talento manual con las artes gráficas, es contratado por un hombre de la aristocracia -con orígenes judíos semi desconocidos- para falsificar documentos que ayuden a otros judíos a escapar de los nazis y de este modo salvarles la vida.
El aspecto “ario” de Cioma a sus 21 años (interpretado cálidamente por Louis Hofmann de 25 años, conocido por participar en la serie Dark y quien se encuentra en tratativas para su próximo proyecto con los hermanos Duffer, creadores de Stranger Things) le permite llevar a cabo lo que el mismo denomina como “mimetismo”, es decir poder camuflarse, como lo hacen los animales, entre los nazis. Luego de que su familia es deportada a los campos de concentración, el joven se propone que nadie, ni siquiera los temibles nazis, le quiten sus ganas de disfrutar la vida. Esto, está muy bien esbozado en la película en donde mientras que los ojos de Cioma emanan tristeza, su boca se permite aun sonreír. Dicha ambivalencia en el personaje, es resaltada por cierta inconsciencia o desparpajo que mediante la imitación de la conducta antisemita le permite sobrevivir a través de ese disfraz, de la máscara, cada vez que sale a la calle. El instinto de supervivencia del protagonista intenta sobreponerse a la forma despiadada y siniestra en que operaba el nazismo, despojando a cada individuo de sus pertenencias materiales y afectivas, hasta subsumirlo a ser un sujeto, hasta suprimirlos de todo rastro de dignidad y humanidad.
En adición, en la conferencia de prensa, la directora y guionista Maggie Peren, declaró que su intención era representar el terror de estado sembrado por el antisemitismo y la xenofobia “sin uniformes”, lo que se puede interpretar como una poética construida a través de la ausencia. Es decir, que en la película aparecen muy poco los soldados u oficiales nazis y, sin embargo, se logra transmitir muy bien el miedo latente y constante en la sociedad. Pero también, se simboliza la complicidad -ya sea desde el silencio, la falta de empatía o su inacción- y responsabilidad del resto de la sociedad alemana. Asimismo, el esquema actancial, cuyos personajes poseen profundidad psicológica, puesto que son contradictorios y humanos. Por ende, no hay una división tradicional entre buenos y malos, sino seres ambiguos y quebrados por un contexto en guerra. Por último, acertadamente la obra rinde homenaje a aquellos “héroes anónimos” que, durante la segunda guerra mundial, a pesar de todo se arriesgaron ellos mismos para salvar a otros.