Se trata de una adaptación al cine de la novela “Agustín Corazón abierto”, de Roberto Bubas, sobre la relación entre un niño autista y su madre por un lado y un guardafauna apostado en un inhóspito faro de la Patagonia por el otro. Allí van, madre e hijo desde España en busca de algo que vieron por televisión: estas orcas especiales que se alimentan de pequeños lobos marinos de las costas. La reacción del niño frente al estimulo de los animales moviliza a la madre a viajar a ese lejano paraje de la Península de Valdes en busca de alguna mejoría para el niño.
A partir de ese hecho real que devela la novela, esta coproducción argentino-española cuya pata argentina son los Puenzo, Luis produce y su hija Lucía participa del guión la película termina siendo una gran máquina de cine espectacular. Los paisajes, las orcas, las tomas submarinas, la intervención digital para la interacción entre los actores y los animales no bastan para hacer que este film caiga rápidamente en la trampa de vender sin desparpajo lo bello del paisaje y la idea de naturaleza sanadora a través de un manejo pulido, casi metálico diría, de los recursos. Empezando por el caballo blanco del héroe y por el mismo héroe, que lucha por un lado con un pasado trágico (por si faltara poco) y un sistema que trata de evitar a toda costa su contacto con los animales. Algo de cuento de hadas inverosímil en la construcción de este personaje, para el que Joaquín Furriel le pone toda la garra (hay que decirlo) pero que está diseñado a partir de una idea de personaje ciertamente muy básica. Maribel Verdú en un registro también poco creíble, como la madre desvivida por su hijo, o el pequeño actor que nunca termina de convencer. En los diálogos excesivamente declamatorios y explicativos y las metaforas deglutidas (como el guante negro que representa al padre y que en un momento determinado se pierde en el agua) es donde la película se debilita enormemente.
Así, la Patagonia y sus panorámicas maravillosas, el mate, el tango, la fiesta improbable de la esquila y sus bailes típicos de personajes excesivamente armados y prolijos terminan armando más un combo fílmico para turistas desprevenidos antes que una película que no deja de mostrar las hilachas de sus verdaderas intenciones.