Basada en el libro Agustín Corazón abierto, del guardafauna Roberto Bubas, “el amigo de las orcas” -entrevistado para TN por Eddie Fitte-, la película del español Gerardo Olivares saca provecho de los bellos, áridos paisajes de Chubut para contar una historia sentimental, de romance y sanación. El romance entre el solitario Bubas -Joaquín Furriel- y Lola -Maribel Verdú- la española que llega desde Madrid hasta su cabaña remota. La sanación es la de su hijo autista, pues la mujer llega con el pequeño Tristán, movida por la convicción de que el contacto con las ballenas puede ayudarlo.A pesar del peso de lo que sucede en ese triángulo, cuya convivencia obligatoria, al principio tensa entre los adultos, decantará muy previsiblemente hacia el romance, es en las escenas entre orcas y hombre -que emplean un logrado trabajo de efectos visuales y digitales-, donde la película más se luce. Acercándose a la fuente del documentalismo a la National Geographic (donde Lola dice haber visto por televisión el trabajo de Buba), El faro de las orcas ofrece ahí sus secuencias de aventura, las más entretenidas. En cambio, el desarrollo de la historia de amor cae en una serie de lugares comunes o muy transitados por el género romántico, frases afectadas y subrayados actorales de culebrón que terminan por saturar la historia de sentimentalismo.