La psicología social y los psicólogos malditos.
El abordaje de personalidades que influyeron, ya sea en la historia, en la cultura o en la ciencia, es complejo e imperfecto. Lograr reconstruir un relato de vida a partir de retazos del universo que los circundó es una tarea en la que siempre un resto escurridizo escapa a ser analizado y catalogado.
La riqueza de la personalidad del médico psiquiatra Enrique Pichon-Rivière rebasa cualquier posibilidad de encuentro. Afortunadamente, el realizador Miguel Luis Kohan emprende, a pesar de esta imposibilidad, un intento de búsqueda de Pichon-Rivière a partir de los relatos de sus allegados y de los expertos de la psicología social, permitiendo una aproximación a la creación de una disciplina y la naturaleza inaprensible de este autor.
Con imágenes del Chaco santafesino y de los paisajes agrestes de las inmediaciones de la ciudad de Goya, en la costa del Río Paraná en Corrientes, Kohan indaga en la influencia de la cultura y el lenguaje guaraní que Pichon-Rivière aprendió durante su infancia. A partir de esta característica biográfica, autores de diferentes disciplinas analizan sus obsesiones, el valor de su obra y el legado de uno de los psiquiatras que revolucionó la visión social de la locura.
Ya sea en la relación con su familia o en sus amores, la vida de Pichon-Rivière aparece en el documental signada por la tragedia y una visión muy original de la demencia, en la que se combinan exitosamente las teorías e investigaciones de Sigmund Freud, Melanie Klein y Wilhelm Wundt con las poesías de Isidore Ducasse, sin duda uno de los grandes poetas malditos franceses del siglo XIX, de gran influencia en los movimientos surrealistas y situacionistas (mejor conocido por su seudónimo, Conde de Lautréamont, y por su única publicación, Los Cantos de Maldoror, un libro sobre la superación de la locura).
La influencia de estas aproximaciones a la psicología y a la psiquiatría reanudan el camino de Pichon-Rivière hacia una concepción pedagógica y terapéutica de la psicología social en función de la teoría de los pueblos y de una visión muy particular, influenciada por el arte vanguardista. Así el espectador es introducido a una de las ramas más importantes y polémicas de la psicología, que a diferencia del psicoanálisis -que busca en el individuo aislado los traumas internos que construyen a los sujetos- analiza los pensamientos, comportamientos y sentimientos del individuo en el colectivo social.
El Francesito (2016) utiliza a su favor la incognoscible y enigmática personalidad de Pichon-Rivière para emprender -a través de licencias poéticas, imágenes de la selva, recorridos por la misma, fotografías, conferencias, recuerdos y anécdotas posibles e imposibles- caminos hacia la mente de este autor que trabajó gran parte de su vida en el emblemático Hospicio de las Mercedes, hoy Hospital Interdisciplinario Psicoasistencial José Tiburcio Borda, y que participó de la fundación de diversas instituciones que aún hoy subsisten como la primera asociación psicoanalítica de América Latina, la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), la Primera Escuela Privada de Psicología Social y el Instituto Argentino de Estudios Sociales (IADES).
La música de Gustavo Pomenarec y la dirección de Kohan logran encontrar el sonido y la aproximación adecuada a la personalidad del fotogénico psiquiatra, que a pesar de su reconocimiento dejó más polémicas e incógnitas que certezas en el tumultuoso mundo académico de la psicología. Al igual que Pichon-Rivière, la mente humana sigue siendo un gran misterio que ni la tecnología, de la que la humanidad tanto se ufana, ha logrado descifrar.