Ahora su marido también esadicto al fútbol
Un ejecutivo serio, casado y padre de familia es tan adicto a ver partidos de fútbol como para olvidar el mundo real, y terminar perdiendo su trabajo y destruir su familia. Como además es simpatiquísimo, carismático y canchero, aparece en el 90% de las escenas, y es Adrián Suar, claro. Lo cierto es que al espectador le costará mucho tomarse en serio el drama del "futbalcoholic" y así, sin creer una historia, es difícil que alguien pueda terminar riendo.
La falta de buenos gags tampoco ayuda. Hay un momento gracioso a destacar, especie de modesto homenaje a Harold Lloyd, con Suar colgando de un balcón, con el guión aportando una resolución futboladicta a la altura del Tano Passman. No hay mucho más a destacar en este sentido. Si como comedia no hace reír, tal vez sea porque no aporta nada como sátira social relacionada con un asunto tan conflictivo como el fútbol y la corrupción, la influencia política, las barras bravas, la violencia todo el largo etcétera bien conocido por todos.
Esos y otros asuntos son cosas que no aparecen en esta película que desperdicia mucho talento a todo nivel, empezando por Julieta Díaz, la esposa frustrada, que si tuviera un mínimo de diálogos o situaciones razonables podría sostener su exagerado maquillaje pálido, digno de una walking dead, pero mucho más light, como toda esta película. Por suerte, a mitad del asunto aparece Alfredo Casero en el papel del asesor del adicto estelar, y en cada una de sus escenas tiene algo divertido, aunque mucho menos de lo que uno querría.