Mitad de tabla
La nueva película de Adrián Suar es floja pero gracias a su histrionismo y el talento de los actores que lo acompañan, logra arrancar algunas carcajadas.
Quiero empezar esta reseña de El fútbol o yo diciendo dos cosas: Adrián Suar es uno de los mejores actores de comedia de la Argentina, y sus películas, desde Un novio para mi mujer (2008) a esta parte, son intentos más que dignos de un cine popular. Cualquiera que la repruebe diciendo que Suar hace siempre lo mismo o que es una fórmula o que es conservadora, está errando el vizcachazo.
Pedro (Suar) es un adicto al fútbol. Es capaz de ir a dos canchas en un mismo día y ve por televisión todos los partidos de todos los torneos y las ligas de otros países, lee todas las noticias sobre fútbol en internet, mira los partidos de reserva, juega al fútbol con sus amigos y charla sobre fútbol con los compañeros de la oficina. Está casado con Vero (Julieta Díaz) y tiene dos hijas adolescentes. La familia lo soporta como puede, aunque no queda muy claro por qué. Hasta la gota que rebalsa el vaso: echan a Pedro de su trabajo por mirar fútbol. Entonces Vero le da un ultimátum: el fútbol o ella.
Aunque en clave de comedia, El fútbol o yo cuenta el drama de un adicto, con la vueltita de tuerca de que todo se trata de una adicción no al alcohol ni a las drogas, sino al fútbol. Esto permite una levedad imprescindible para el género. El histrionismo de Suar (acá muy afrancellado en su porteñismo caricaturesco), la solidez de Julieta Díaz y el talento de dos secundarios como Alfredo Casero y Miriam Odorico, logran arrancar algunas carcajadas en los mejores momentos a pesar de que el guión no sea muy inspirado. Es un buen ejemplo la escena cumbre de Odorico: el planteo es súper sencillo, pero entre ella y Suar le sacan jugo a las piedras.
El costado romántico de la película no se sostiene porque el bendito tercer acto de la historia se cae a pedazos. Pasaba exactamente lo mismo en las dos películas anteriores de Suar: Me casé con un boludo (Juan Taratuto, 2016) y Dos más dos (Diego Kaplan, 2012). Cuando la historia tiene que cerrar es donde se notan las fallas y ningún actor carismático es capaz arreglar eso.
También se puede criticar que algunos personajes son chatos (las dos hijas, por ejemplo, están de adorno) o que la película no termina de bucear en la adicción de Pedro, que parece como si se curara de un día para el otro, solo porque así lo desea. Pero la verdad es que ante otras comedias industriales argentinas como por ejemplo Solo se vive una vez o Cantantes en guerra, para nombrar dos de este año, El fútbol o yo al menos logra arrancarnos algunas carcajadas.