En su cabeza hay un gol
Adrián Suar hace lo que mejor sabe en esta comedia con tintes de melodrama, que es donde pierde efectividad.
Pedro es un loco por el fútbol, como muchos, pero como pocos es capaz de salir un domingo de un estadio para entrar a otro, poner la alarma a la madrugada para ver un partido de la liga asiática por televisión, y no perderse un encuentro de Primera B.
Mejor preguntar qué pierde. Se quedó sin trabajo -justamente porque lo agarraron viendo fútbol en horarios laborales- y está a punto de perder a su familia ante el ultimátum de Verónica, su esposa.
El fútbol o yo tiene a Adrián Suar como eje, y a su cabeza van todos los centros que le envía Marcos Carnevale. El director (no técnico) sabe lo que puede hacer su actor/jugador en la pantalla/cancha, y Suar no sobra a nadie, pero lo hace de taquito. Lo que hace bien, le sale perfecto.
La película arranca como comedia, y deriva en comedia dramática -salvando las distancias, en tiempo y en estilo, como pasaba en Un toque de distinción-. Donde más seguro pisan la estrella y su director es en el plano cómico (al revés de Julieta Díaz, que abre grandes los ojos y le piden que gesticule mucho en los pasos de comedia, y está mucho mejor cuando se contiene y no actúa, es Verónica) y al volcarse al melodrama la cosa no es tan efectiva.
Porque El fútbol o yo provoca risas, tiene buenos remates y aunque parece todo muy armadito, los morcilleos de Suar o las apariciones de Alfredo Casero entran a escena justo para levantar la puntería.
Pedro se da cuenta de que está enfermo, y acude a… Alcohólicos Anónimos. No sabe cómo conseguir ayuda (sus amigos no le dan más que un departamento desvencijado) y allí conoce a su “padrino” (Casero), el que lo guía en su rehabilitación.
Lo dicho: Suar juega al entrador -pero no canchero-, al tipo que se mete en problemas, pero al que uno quisiera ayudar, por más que Pedro meta la pata (o la pierna) fuerte. No sabe cómo reconquistar a su pareja, no sabe cómo decir en AA que su problema no es el alcohol, no sabe, pero contesta.
Cuando El fútbol o yo va a la ofensiva con la comedia, gana, y cuando se repliega en el melodrama (la última media hora tiene, por lo menos, tres momentos finales dramáticos posibles) el resultado corre riesgos. Así en el cine como en el fútbol.