Una comedia que trata la problemática del fanatismo, en este caso por el fútbol. Como disparador tiene enganche. Un conflicto divisor, que un día pone contra la pared a Mario cuando su esposa Verónica le advierte: “el fútbol o yo”.
La peli está bien arriba -lo que refiere a las actuaciones- y si bien en un principio me incomodó, luego con el correr de la cinta me pareció que fue muy acertada la apuesta. Era necesario para contar esta historia de encuentros y desencuentros subir uno o varios tonos.
Una comedia que esta prolijamente dirigida y contada en base a un libro bien trabajado. Con maravillosa fotografía y planos logrados de altísima calidad.
Todos tiene su momento de brillo. Decir que adoro esa mezcla de desenfado, de todo me importa un bledo, de Alfredo Casero seria poco. En este caso ese amigo que aparece para ayudar. Julieta Diaz la esposa, conmovedor rol donde solo podemos comprenderla. Esos amigos tan fanáticos, Federico D’Elía y Peto Menahem, que se llevan las partes más graciosas, Mario Moscoso el adorable coordinador de grupo de autoayuda, Rafael Spregelburd el particular vecino con esa presencia que lo destaca, Marcelo D’Andrea y ese jefe que le sale bien desde adentro de las entrañas. Impecables. Y seguramente me faltan varios por nombrar.
Tal vez los años, tal vez las tablas de teatro, tal vez la complicidad lograda con la cámara, tal vez un conjunto de situaciones vividas en su vida personal, tal vez las sumas de todo esto logran de Adrian Suar su mejor actuación. Totalmente creíble, mostrando un todo. Desde la postura, los gestos, el color de la voz, la mirada. Apareció el mejor chueco, para mi gusto, sin ninguna duda.