Nada tiene que envidiar Adrián Suar a Hollywood. Nada, porque cada meta que se supo poner en relación con el cine pudo ir cumpliéndolas con placer y pasión, algo que, más allá de los resultados, logró imponer cierta autoría independientemente si es él quien dirige o cuenta las historias de sus películas, en cada nuevo film.
Si su comienzo en el cine, con la superproducción “Comodines”, ya era percibido como un producto netamente comercial, industrial y vacío, pero su perseverancia y tezón, más el acompañamiento de la gente, lo fueron consolidando como una de las estrellas locales más taquilleras.
Asimismo, el tiempo posicionó su liderazgo transformandolo en un creador de resultados que hoy busca su lugar en el cine con la continuidad de las propuestas y películas. Fue creciendo en una línea diversificada de producciones, con drama (“El día que me amen”), comedias (“Apariencias”, “Cohen Vs. Rossi”) y más comedias (“Un novio para mi mujer”, “Me casé con un boludo”) ubicándolo, en la cima de la taquilla.
En esta línea, en el último tiempo, su decisión de volcarse a la romcom terminó por configurar un espacio de exploración que, además, logró exportar al mundo “formatos” cinematográficos de inexplicable magnitud y repercusión. “El fútbol o yo” (2017), película dirigida por Marcos Carnevale, y coprotagonizada por Julieta Díaz y Alfredo Casero, se posiciona en la delgada línea entre la comedia de situaciones y el costumbrismo autóctono (característico de las producciones televisivas de los años ’90 /00).
Hace tiempo que el cine nacional no proponía, al menos no que se recuerde, o de gran escala, un producto tan popular como éste. En la elección de la comedia de enredos y ocultamiento, aquella que plagaba las tardes de la televisión mientras se tomaba la merienda, es en donde el Suar productor, director, actor, etc., pudo imponer una mirada particular sobre el matrimonio.
Y cuando comienza a buscar debajo de las alfombras y de otros subtextos, es cuando se termina por potenciar todo, puesto que además, como en este caso, sumó al fútbol en la línea narrativa con la infinidad de posibilidades y encastres inimaginables. En “El fútbol o yo”, Pedro (Suar) es presentado como un hombre común, con una familia tipo, pero con un pequeño problema, es un adicto al fútbol y sus periféricos.
No puede dejar de mirarlo, sea un partido por el ascenso, la final de un campeonato mundial, o simplemente un amistoso entre ignotos rivales. Y cuando Verónica (Díaz), le dé el ultimátum, su vida deberá cambiar sí o sí para poder continuar al lado de la mujer que ama, sus hijas y la idea de la familia feliz con la que empatizó desde siempre.
Allí comienza ese intento de recuperación de lo popular, el cruce de género, la incorporación de personajes secundarios entrañables (Alfredo Casero a la cabeza de esta serie de roles) y allí también la comedia estalla. Carnevale muestra su oficio, y Suar su capacidad para liderar y potenciar todo su arsenal de humor.
Si por momentos “El fútbol o yo” declina su ritmo, es tan sólo por la imposibilidad de extender la anécdota disparadora por mucho tiempo más, justamente allí es en donde la utilización de la confusión como elemento narrativo viene a solucionar el estado de las cosas y redondear todo.