Verdad y consecuencia
Después de un documental potente como Seré millones (2012), Fernando Krichmar, Omar Neri y Alejandra Guzzo regresan a la dirección grupal con El futuro llegó (2017), una obra que conceptualmente se ubica dentro de la línea que el llamado Grupo de Cine Insurgente viene desarrollando, pero que estéticamente se aleja bastante de su predecesora.
En Ingeniero White –puerto comercial de Bahía Blanca- se afincaron miles de inmigrantes que en la década del 50 vieron una posibilidad de progreso que no tenían en los países que los vieron nacer. Muchos vivieron una época de bonanza que les permitió progresar y vivir sin la necesidad de escasez a la que estaban acostumbrados, incluso sus descendientes pudieron acceder a una educación universitaria. Pero el tiempo transcurrió y la llegada de políticas neoliberales terminó con la etapa de felicidad reinante. Ingeniero White fue librada a su merced y uno de los mayores polos petroquímicos de Argentina se instaló en el lugar con lo promesa de que ahora si la mejora definitiva llegaría y Bahía Blanca se convertiría en la “California” nacional. Pero nada de eso sucedió y hoy sus habitantes viven en una de las ciudades de mayor desempleo del país siendo víctimas de la contaminación ambiental y la precarización laboral.
El futuro llegó se encuadra dentro del tipo de documental que a través de una investigación denuncia un hecho. Para eso se nutre de un formato netamente periodístico donde diferentes involucrados brindan testimonio y a través de un montaje alternado se va construyendo el relato. Básicamente está conformado con gente que habla frente a cámara (desde historiadores hasta vecinos comunes) para contar cronológicamente los hechos que llevan desde la fundación del puerto hasta las consecuencias de la instalación del polo petroquímico con todo el daño colateral que provoca
Al tratarse únicamente de cabezas parlantes y en donde claramente no hay ninguna intención de correrse de ese lugar, la potencia de la historia pierde fuerza ante la reiteración de la forma elegida para narrar los hechos. No está mal para un programa periodístico de investigación, pero para una película, sobre todo con los antecedentes de sus directores, hace que uno espere algo más que gente hablando durante 97 minutos, por más que lo que tengan para decir sea importante.