Perspicaz estudio sobre la construcción de la identidad
La propia Nele Wohlatz, nacida en Hannover en 1982, tuvo que enfrentar el siempre arduo proceso de adaptación a un nuevo entorno cuando se instaló, hace ya unos cuantos años, en Buenos Aires. Esa experiencia la impulsó entonces a contar la historia de Xiaobin, una joven inmigrante china que, como miles de sus compatriotas, llegó a esta ciudad en busca de las oportunidades de trabajo y desarrollo económico que no pudo encontrar en su país. Y la manera que eligió la directora alemana es indudablemente original, un mérito que le permitió quedarse con el premio destinado a la mejor ópera prima del prestigioso Festival de Locarno y circular también con buena recepción por los de Viena, Rotterdam y Macao.
La gramática de esta película atípica y desafiante tiene una lógica rigurosa: mientras la protagonista debe lidiar con un idioma que le resulta completamente desconocido, la puesta en escena es más austera y esquemática; pero a medida que lo empieza a dominar, el film abandona ese límite autoimpuesto y levanta vuelo con una soltura que también empieza a notarse en el cuerpo y el temperamento de Xiaobin.
Mientras teje una rebelión secreta a espaldas de sus padres, decididos a protegerse de la hostilidad de un territorio ajeno con una innegociable estrategia de reclusión, la jovencita china deambula tensa e insegura por un circuito limitado de la ciudad (la escuela para aprender español, un bar para comer o tomar algo, el supermercado donde trabaja) y hasta se enreda en una relación de futuro enigmático con un joven programador indio. Su derrotero porteño tiene algunos matices humorísticos, pero el trasfondo es mucho más denso: queda claro que Xiaobin intenta construirse una identidad casi en soledad y con poquísimos recursos.
Wolhatz enfoca ese drama íntimo con una lógica muy particular: El futuro perfecto es, en definitiva, una película que impone tenazmente su singularidad. Filmada con un presupuesto módico a lo largo de cuatro meses y casi desprovista de actores profesionales (salvo por una breve participación de Nahuel Pérez Biscayart), consigue perfilarse como una ficción exótica y cautivante que, a la vez que discute sin titubeos con los sistemas narrativos más tradicionales, funciona como perspicaz ensayo sociológico sobre los problemas de adaptación que suelen sufrir los expatriados.