La primera película en solitario de la realizadora alemana radicada en la Argentina, premiada en Festival de Locarno, es a la vez un documental, una ficción, una comedia romántica, un drama sobre choques culturales y una lúdica reflexión sobre el lenguaje cinematográfico.
La primera película en solitario de Nele Wohlatz es un aparentemente simple pero finalmente prodigioso ejercicio en el que la noción del juego –del cine como puerta abierta hacia lo lúdico– queda expuesta como la manera más inteligente y audaz de pensar la creación cinematográfica. Hay algo central a la idea de EL FUTURO PERFECTO que tiene que ver con entender al cine como una forma un tanto más “profesional” de lo que habitualmente llamamos “juego de roles”. ¿Qué es la ficción cinematográfica sino la reunión de un grupo de personas que juegan a ser otros, parecidos o no a ellos mismos?
Este filme surgió de ensayos y experiencias que la directora, quien daba clases de alemán en un instituto, tuvo con algunos alumnos que estudiaban español en ese mismo lugar, la mayoría de ellos chinos. De todas esas historias de vida que se cruzaron por el camino de Wohlatz –también una inmigrante alemana en Argentina, algo que la ponía en pie de igualdad con sus personajes–, el eje principal pasa por la de Zhang Xiaobin, una joven china que (en la realidad y/o en la ficción, no se sabe y no importa) ha llegado hace poco tiempo a Buenos Aires y que, al tener muy poco manejo del castellano, se ve muy limitada tanto a la hora de conseguir trabajo como de conectarse con gente por fuera de su familia y su comunidad.
Con Xiaobin como cocreadora de la ficción que cuenta este documental (o del documental que cuenta esta ficción), Wohlatz crea una suerte de híbrido que funciona, a la vez, como una historia de vida, una lúdica trama amorosa y –como su título lo deja entrever– una suerte de ensayo semiótico acerca de las posibilidades que se abren a partir del manejo del lenguaje. Xiaobin va a clases de castellano y el ir aprendiendo el idioma le abre el panorama en más de un sentido. Por un lado, de un modo práctico, ya que logra manejarse lo suficientemente bien como para tomar trabajos fuera de su comunidad y abrirse al mundo exterior. Esa apertura también le trae la posibilidad de un romance con un chico de la India que no es fácil de concretar por motivos familiares de ambas partes.
Y, por otro, ese manejo idiomático le permite al filme incorporar nuevos elementos en el devenir narrativo, como si la capacidad de los protagonistas (y de la directora) de entender más el idioma le permitiera a la película complejizar más su estructura hacia el “potencial”, algo que hace desde su propia narrativa de una manera muy lograda. Manejar un idioma estructurado de una manera tan distinta como lo es el castellano del chino (tanto el mandarín como el cantonés) le permite a Xiaobin pensar y pensarse de otras maneras. A mejor manejo del lenguaje –pareciera decir la película–, más son las opciones y las puertas que se abren. Y eso, que le sirve en su vida personal, también funciona como una reflexión sobre el acto de hacer cine.
Todo esto, que podría generar un filme complejo, denso y teórico, es lo opuesto en la práctica. La película es liviana, lúdica, amable, casi como una rejtmaniana comedia cuyos diálogos, ritmos y curiosos silencios están marcados por las limitaciones de los protagonistas tanto con el idioma como con la “actuación” en un sentido tradicional. Pero lejos está la directora de burlarse de sus protagonistas. Al contrario, comparte su viaje, su evolución y sus problemas como si revisitara gracias a ellos su propia experiencia, la de una mujer joven que llegó a la Argentina sin conocer casi a nadie y con mínimo manejo del lenguaje. Viendo EL FUTURO PERFECTO uno tiene la impresión que aprender un lenguaje que no es el propio es también una forma de jugar a ser otra persona, de reinventarse en otro lugar, con otras palabras. Y divertirse en el viaje.