Yo soy tu amiga fiel
Constanza Novick, más conocida por su trabajo como guionista de TV en producciones como El Sodero de mi Vida o Son Amores, debuta en el cine con esta ópera prima que apuesta a la fuerte dupla protagónica conformada por Pilar Gamboa y Dolores Fonzi para ofrecernos un relato moderno y descontracturado sobre la amistad entre dos chicas de barrio.
Romina y Florencia son amigas desde que tienen memoria. Son compañeras de escuela, viven a pocos metros de distancia y aprovechan cada momento para estar juntas, para compartir las actividades que las apasionan y para ir descubriendo, también juntas, de qué se trata la vida. La relación con sus padres, con sus obligaciones a pesar de su corta edad, con los chicos y con la ardua tarea de crecer son los elementos que cruzan las charlas y las vivencias de estas jóvenes a lo largo de toda esta historia que no se conforma con abordar esas temáticas solo en esa primera etapa de la vida, sino que sigue a sus protagonistas a lo largo de una relación que atraviesa varias décadas.
De esta forma, la directora y autora del guion, Constanza Novick, toma la buena decisión de abordar el relato no mediante el recurso del flashback con el fin de explicar algunas cosas del “presente adulto” de las protagonistas a partir de ciertos sucesos vividos en su niñez o adolescencia sino que plantea un relato lineal en términos cronológicos pero que está marcado por grandes elipsis, es decir grandes saltos temporales entre todos esos momentos que unen a Romina y Florencia. Esa particular forma de ofrecernos los hechos funciona muy bien a partir de que cada uno de esos saltos vienen marcados por algún elemento particular que deja bien en claro que ha pasado un tiempo considerable entre lo que acabamos de ver y lo que acaba de empezar. Pero todo eso que hay en el medio y que no vimos no queda en un limbo inaccesible sino que se va explicando sobre la marcha, de forma agradablemente dinámica mientras recorremos ese nuevo escenario que reúne a estas amigas. Vale decir también que resulta muy destacable en términos de construcción narrativa el hecho de no necesitar recursos extra (como el blanco y negro, el viraje hacia el sepia del pasado o el más burdo sobreimpreso en pantalla que nos informa cuánto tiempo pasó entre escena y escena) para que igual quede claro el paso del tiempo y de cuánto fue ese lapso para así conseguir fluidez de relato e interés en el espectador que, mientras ve lo que pasa, va también asociando con lo último que vio.
Respecto a la historia propiamente dicha, estamos frente a uno de esos casos en los que resulta muy difícil saber dónde poner el principal elogio sin preguntarles a los protagonistas. Porque lo que tenemos es la relación entre dos amigas que experimenta las idas y venidas propias de la vida misma a lo largo de un período de tiempo establecido que puede ser el que propone la película o que bien pudo haberse extendido o acotado con natural facilidad. Así, podemos pensar que las directrices expuestas en el guion pudieron haber sido lo suficientemente laxas como para permitirles a las protagonistas, Dolores Fonzi y Pilar Gamboa, total libertad creativa para componer a dos personajes que permanentemente aparecen como muy naturales y realistas sin importar el contexto donde las encontremos. O puede ser el caso contrario, donde el guion y la dirección de actores aporten hasta el más mínimo detalle en pos de esa naturalidad, de esa familiaridad que transmite la película. Sea como fuere, lo que queda claro es el gran trabajo que realizan las protagonistas y la química que tienen dado que la historia gira a su alrededor prácticamente en todo momento.
Las cosas que las diferencian, lo que las hace confrontar, la forma que tiene cada una de lidiar con esto y de trabajar para cambiar, con las miles de consecuencias que esos cambios suponen para cada una, es lo que hace a la historia, a esta linda mirada sobre la amistad relatada con gran carga de sensibilidad y de empatía hacia un espectador que indefectiblemente ha pasado por los mismos lugares que Romina y Florencia.