Amigas una vida.
Terminan los 80s y en esa década tan de moda para la ficción actual, Florencia (Pilar Gamboa) y Romina (Dolores Fonzi) comparten curso en la escuela, gustos y una amistad muy cercana que promete hacerlas inseparables aunque se interesen por el mismo chico.
De caracteres y entornos diferentes, confían intensamente en la otra y se cuentan cada detalle de sus vidas incluso cuando, quince años más, tarde viven en países diferentes. Para entonces ya no son las niñas fanáticas de las telenovelas que solían ser pero hay algo de esas historias en su vida real, lidiando con las dificultades de la maternidad y una posible infidelidad.
El reencuentro es en casa de Romina que, con una beba de pocos meses, refugia a su amiga cuando sin mediar palabra se sube a un avión y abandona a su pareja en México. La que se quedó lleva una vida gris de empleada administrativa, la que huyó cumplió el sueño de escribir y convive con un director teatral; no resultó todo como esperaban de chicas pero no se quejan mucho.
Los años y la distancia no deshizo la amistad pero la volvió un poco más transparente y les dio otra perspectiva que delata que aquellas pequeñas diferencias lejos de desvanecerse se han potenciado.
Madres y esposas:
Dividida en tres épocas, cada una cuenta un momento específico de la vida de Florencia y Romina pero especialmente de la relación entre ambas a lo largo del tiempo, que se desarrolla sin mucha sorpresa ni sobresaltos. Primer acto, se presenta la profunda amistad entre las protagonistas. Segundo acto, se la cuestiona y desafía al borde de la ruptura. Tercer acto, producto de ese conflicto mutan a un tercer estado de amistad y madurez.
Hasta el trailer lo anuncia, aunque si así no fuera no sería muy difícil anticiparlo ni es un problema importante porque la trama no busca generar suspenso sino empatía y la mayor sorpresa que puede dejar es el detalle de que, siendo una película completamente centrada en las charlas entre dos amigas, si pasa el test de Bechdel es casi de accidente.
Aunque hace una correcta reconstrucción de época y desliza varios detalles sutiles de objetos o comportamientos que se repiten en las épocas (dándole algo de tridimencionalidad) desde lo visual hay poco que mencionar en El Futuro Que Viene porque se apoya más que nada en las actuaciones y una buena química entre las actrices que ayuda a nivelar un desarrollo de personajes algo chato, haciendo uso de diálogos no siempre verosímiles con un ritmo apresurado de tira televisiva que se quedan cortos en el intento de emocionar.
Todo eso es perdonable en sí mismo. El problema es que se denota una desconexión entre los tres fragmentos que conspira para dificultar el conectar con los personajes y sus dilemas, sin terminar de emocionar con la fuerza que pretende o necesita.
Es claro que la principal intención es retratar el “universo femenino”, algo que hace encadenando lugares comunes desde la tipografía elegida para los créditos iniciales hasta la mayoría de situaciones y diálogos presentados, dando como resultado algo que muestra potencial de poder ser más interesante y, sin embargo, se queda en lo genérico.
Conclusión:
Aunque muestra potencial El Futuro Que Viene se siente quebrada en tres, contando tres fragmentos de una historia que no termina de explotar ni por partes ni en conjunto.