El gato desaparece (y aparece el buen cine)
"Hay que dibujar la película como Shakespeare construía sus obras, para el público". Alfred Hitchcock
Aún tengo el recuerdo de ese grato momento que pasamos viendo a Beatriz Spelzini en el verano de 2010 en la sala Melany del Centro de Arte MDQ (Mar del Plata) interpretando a Rose con la dirección de Agustín Alezzo donde la actriz se luce en un unipersonal impecable escrito por Martin Sherman. En El gato desaparece vuelve a revalidar sus dotes de estupenda actriz junto a otro gran actor Luis Luque, que siempre aporta ricos elementos de su personalidad a los personajes que interpreta tanto en cine como en televisión. Ambos constituyen el eje actoral en el que se apoya el film acompañados por un elenco que acompaña en similar registro.
Los personajes de Luis y Beatriz, que utilizan los mismos nombres de pila de los actores que le dan vida contribuyendo a sumar un elemento más de empatía en el espectador, se van construyendo lentamente al igual que la historia que se narra en un in crescendo de tensión que el público intentará dilucidar a lo largo del film. Al mejor estilo hitchcockeano en el que el espectador va acompañando a los personajes y a las situaciones con cierta ansiedad y a la espera del posible desenlace inminente, Carlos Sorín logra crear el suspenso mientras nos va introduciendo a través de pequeñas dosis de imágenes y sonidos en el misterio que rodea la internación en un neurosiquiátrico de Luis Romero (Luis Luque), la vida abrumada de su esposa Beatriz Romero (Beatriz Spelzini) y el gato de la casa (Donatello) que a la manera de El Gato negro de Poe parece saber más que todos acerca de lo que está sucediendo.