La historia comienza cuando Beatriz (Beatriz Spelzini), reconocida traductora, se encuentra dedicada a los preparativos para ir a buscar a su marido Luis (Luis Luque), profesor universitario, a una clínica neuropsiquiátrica, donde fue dado de alta después de haber sido tratado de un brote psicótico muy violento e imprevisto, consecuencia de considerar que su amigo y colega le había robado un proyecto en el cual venia trabajando desde hacía mucho tiempo.
Cuando llega a su casa Luis busca a Donatello, su gato negro, para jugar con él, pero éste, imprevista y extrañamente, lo rechaza, lo ataca arañándolo. Cuando en los días siguientes lo busca para tratar de desentrañar su misteriosa actitud, comprueba que el minino ha desaparecido sin causa aparente.
El matrimonio inicia una búsqueda por el barrio consultando a los vecinos, colocando volantes, pero el susodicho Donatelo no aparece.
Beatriz, de frágil personalidad, temerosa, asustada por algunas actitudes inusuales de Luis, también asume reacciones por las que el espectador llega a preguntarse si realmente el estado psicótico no los afecta a ambos. Más allá de ir acentuándose una atmósfera gradualmente densa en la relación matrimonial, Beatríz propone con entusiasmo realizar un viaje a Brasil, con la esperanza de que se produzcan cambios auspiciosos a la situación planteada.
Como guionista, Carlos Sorín estructuró un relato interesante, con una mirada entre juguetona e irónica, más allá de algunos hilos sueltos que no terminan de cerrar, con diálogos medidos que van acentuando el desconcierto en Beatriz, en tanto dejan interrogantes respecto a las actitudes de Luis. Como realizador, maneja con seguridad la resolución audiovisual de las escenas y el ritmo de las acciones, con encuadres muy elaborados para una estética casi de obra de cámara, mediante planos medios y primeros planos concebidos en un espacio interno muy amplio, debidamente utilizado. Respecto a la marcación de los personajes, reafirma su dominio en la dirección de los intérpretes. De allí las muy buenas actuaciones de Luis Luque y Beatriz Spelzini, quienes marcan transiciones y acentúan ajustadamente la progresión de las acciones, incluso en los toques de humor, y la espontaneidad lograda por todos los integrantes del elenco.
Carlos Sorin denota una vez más buen oficio, sensibilidad y ternura, aunque sin llegar a repetir los resultados logrados en sus tres mejores realizaciones: “La película del rey” (1986), “Historias mínimas” (2002) y “La ventana” (2009).