Obviamente nos estamos refiriendo a Alfred Hitchcock, por quien Carlos Sorín siente gran admiración. En “El gato desaparece” hay numerosos guiños que incluyen incluso un Mc Guffin, que no revelaremos. Si hasta el propio Sorín aparece en una escena, emulando los famosos “cameos” tan esperados en las películas del notable director inglés.
La carrera de Sorín en el largometraje se inicia algo tardíamente en 1986 con “La película del rey” en que un muy joven Julio Cháves interpreta a un director de cine que pretende hacer una película sobre un francés que realmente existió y que se proclamó rey de Araucania y de la Patagonia. Premiada con un Goya a la mejor película extranjera de habla hispana y el León de Plata en Venecia interrumpió casi 20 años dedicados con gran éxito al cine publicitario. Tres años después seguiría la muy fallida “Eversmile, New Jersey” con Daniel Day-Lewis, que no tendría estreno local. Pasaron muchos años y recién a inicios de la década pasada se volvió a hablar de Sorín con dos largometrajes, “Historias mínimas” y “El perro”, que le dieron merecida fama en Argentina. Los tiempos entre estrenos se fueron acortando, aunque con películas poco logradas como “El camino de San Diego” y “La ventana”.
“El gato desaparece” será probablemente, como el propio director comenta, un caso aislado en su carrera ya que él se siente muy cómodo con las interpretaciones de “no actores”, como él los denomina. De hecho, Juan Villegas (“El perro”) aparece en una breve escena del thriller que ahora nos ocupa y donde Beatriz (Beatriz Spelzini) interpreta a la esposa de Luís (Luís Luque), quien está internado en una clínica neuropsiquiátrica. Casi toda la acción transcurre en una casa, con algún parecido a la de “Psicosis”, adonde regresa Luís en compañía de su mujer. Profesor de literatura con una biblioteca voluminosa lo sorprende la reacción agresiva de Donatello, el gato negro de la pareja, quien parece no reconocerlo. Y de pronto haciendo honor al título del film, el felino no aparece y quien comienza a tener dudas es la esposa. El espectador también duda al no tener en claro si lo que imagina Beatriz es reflejo de un cambio en su marido o de su propio desvarío.
Por primera vez Sorín usa el Cinemascope, lo que se revela particularmente apto para este tipo de cine de género. También es acertada la música compuesta, como en obras anteriores por Nicolás Sorín, hijo del realizador. A nivel de actuaciones descuella Beatriz Spelzini, quien recientemente ganó un premio importante del cine alemán (Lola) como mejor actriz de reparto en “El día que nací”. Luís Luque la acompaña adecuadamente aunque sin alcanzar el brillo de su compañera, mientras que Norma Argentina cumple bien un rol menor pero de importancia en la trama. Una buena película nacional que demuestra, en claro contraste con la competencia oficial argentina del reciente BAFICI, que se puede hacer buen cine en un “lugar aislado” y con una duración de algo menos de 90 minutos.