El gato no es el asesino
"El gato desaparece" es un producto atípico del cine argentino, en principio porque el suspenso no es un género frecuente. También porque no cae en el manierismo de un sector de la industria local: no hay artificiosidad en el guión, se trata de un thriller psicológico pero no hay psicologismo, las actuaciones son brillantes sin tratarse de estrellas consagradas, hay un director con mano firme que usa los recursos clásicos sin ponerse solemne y atiende con esmero los rubros técnicos. Carlos Sorín encontró en Luis Luque y Beatriz Spelzini dos extraordinarios intérpretes para los personajes de un hombre que intenta recuperarse de un brote psicótico y su sufrida mujer que, quizás, esté más desquiciada que su marido, y que encuentra siniestras cosas tan comunes como la desaparición de un gato.