El prolífico director de Cara de queso, Mi primera boda, Sin hijos, Permitidos, Mamá se fue de viaje y El robo del siglo volvió a trabajar con Leonardo Sbaraglia pocos meses después de la experiencia conjunta en Hoy se arregla el mundo para una eficaz comedia popular inspirada en el caso real del gerente de marketing de la empresa Noblex que creó una audaz campaña poco antes del Mundial de Rusia 2018.
Alvaro Torres (Leonardo Sbaraglia) trabaja desde hace 30 años como gerente de marketing de la empresa Noblex. La seguridad (léase rutina) laboral le hace repetir viejos esquemas de promoción que su jefe Omar (Luis Luque) y su nueva “rival”, la gerenta general Federica (Carla Peterson), rápidamente descubren y desdeñan. Las “ideas” son las mismas que se utilizaron (o se descartaron) para mundiales anteriores. Es que estamos en agosto de 2017, a pocos meses de la cita en Rusia, y algo hay que inventar para impulsar la venta de televisores, que se acumulan en el stock porque la marca está de capa caída. Un presente tan decadente como el del propio Alvaro, que con su bigotazo y su ropa involuntariamente vintage parece vivir en los años '70 y '80, se ha divorciado de su esposa Florencia (Cecilia Dopazo) y tiene una muy fría y distante relación con su hijo adolescente Gonzalo (Valentín Wein).
Pero las cosas cambiarán para este hombrecito gris, demasiado estructurado, pragmático, conservador y cuidadoso cuando tenga una suerte de revelación. La epifanía lo lleva a proponer y luego implementar una audaz campaña según la cual si Argentina no clasificaba para el Mundial de Rusia la empresa devolvería a cada uno de sus clientes el valor de los televisores comprados. A todo o nada y -luego se verá por qué- sin red.
La película va construyendo las múltiples desventuras afectivas, laborales, deportivas (a la Selección de Sampaoli no le va precisamente bien) y hasta de salud del atribulado Alvaro, al que de golpe se le viene cual alud la tan mentada “crisis de la mediana edad”. Y la verdad es que durante buena parte de los 104 minutos todas esas andanzas se siguen con interés, a partir de una narración sin fisuras y una muy precisa interpretación de Sbaraglia, cada vez más afiatado en el terreno de la comedia.
Los problemas del film comienzan cuando cede a tentaciones demagógicas, a la exageración, a resoluciones altisonantes y de un sentimentalismo subrayado. Desde un Tano Pasman que aparece demasiadas veces haciendo lo único que lo hizo famoso (putear) hasta una antagonista (villana manipuladora) bastante estereotipada en el personaje de Peterson, pasando por un reencuentro padre-hijo trabajado con efectismo y trazo grueso.
De todas formas, El gerente no deja de ser una entretenida comedia popular “inspirada en hechos reales”, de esas que recuperan a personajes en principio poco trascendentes y los elevan a la categoría de héroes inesperados. Winograd, ese prolífico artesano de la industria audiovisual, hace en muchos casos maravillas con el material que esta vez tiene entre manos, generando uno de esos films que se siguen con una permanente sonrisa y alguna ocasional carcajada (es muy buena la dinámica de Alvaro con su equipo creativo que completan la Sabrina de Marina Bellati, el Camilo de Ignacio Saralegui y la Vicky de Agustina “Papryka” Suásquita), mientras de fondo suenan de forma más que atinada clásicos del rock nacional como Sobredosis de TV, de Soda Stereo. No se trata de un mérito menor dentro de ese panorama en general bastante solemne y pesimista que domina al cine argentino contemporáneo.