El gerente es una amable excursión por la idiosincrasia argentina
La historia de la promoción de los televisores de Noblex atada a la clasificación de la selección nacional en 2018 apuesta a una mirada reconfortante ante las segundas oportunidades, con una notable actuación de Leonardo Sbaraglia
Cada cuatro años, la llegada de un nuevo mundial de fútbol alumbra las mejores piezas publicitarias que pueden ofrecer las marcas relacionadas a tal acontecimiento deportivo. No importa si son bebidas, indumentaria o electrodomésticos, la ciudad se tiñe de celeste y blanco, apuntando arteramente y en repetición a lo más patriótico, sentimental, emotivo y sensiblero de nuestro ser nacional.
El gerente cuenta la historia de la madre de estos ejemplos, una promoción que nació como manotazo de ahogado, y fue a la vez el infierno y el paraíso para su protagonista. El hecho real no sucedió hace tanto, pero vale a modo de contexto. En 2018, y en el umbral de las eliminatorias para el mundial de Rusia, la empresa Noblex buscaba la idea salvadora, que le permitiera “salir del banco de suplentes” -como reza el guion del film- y mejorar las alicaídas ventas de televisores.
El gerente de marketing (en la ficción, Leonardo Sbaraglia) acuña una idea salvadora que bautiza Súper Promo Noblex: “Si la Selección no clasifica, te quedás con el televisor y te devolvemos el dinero”. Estadísticamente las chances eran mínimas, los rivales no daban miedo y desde 1970 que Argentina no estaba en riesgo de quedar afuera de un mundial. Es más, ganando solo dos de los cuatro partidos por jugar, la selección estaba adentro y la empresa se salvaba, de la bancarrota y de la mufa. Pero llegó un empate, después otro, y con cada marcha atrás todo un país hablaba de dos personas: Lionel Messi, y del “gerente de Noblex”.
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A nivel local, la película de Ariel Winograd partía con la desventaja de que lo anterior es historia reciente y conocida, muy conocida, por lo que cualquier intento de apelar al suspenso sobre lo que sucedería con este hombre gris y anacrónico, que se jugaba la última ficha de su carrera a todo o nada, vendría con spoiler y final feliz incluido. Y precisamente esto es lo que resiente el primer tercio del film, donde la ineludible presentación del conflicto resta en entusiasmo e interés. El personaje de Sbaraglia sufre, mientras el espectador se relaja sabiendo el desenlace.
En El gerente, el personaje de Leo Sbaraglia lidia con la decisión más difícil de su vida.
En El gerente, el personaje de Leo Sbaraglia lidia con la decisión más difícil de su vida.
Afortunadamente, promediando el metraje, la narración equipara las arenas movedizas profesionales en las que se mueve el protagonista con un vistazo a su vida personal: la relación con su hijo adolescente (Valentín Wein), que se vuelve su alter ego en redes y lo apuntala cuando se cae, el interés romántico con una compañera de trabajo (la siempre sorprendente Marina Bellati) y una sucesión de personajes secundarios que hacen lo necesario y cumplen, sin pretensiones de posteridad.
Y lo mismo se podría decir de la película, que transcurre amable, sosteniéndose casi exclusivamente en la notable actuación de Sbaraglia, que en postura y gestos aparenta por lo menos diez años más de los que tiene. En la columna del debe está el personaje de Carla Peterson, que nunca termina de delinearse, y la presencia del Tano Passman haciendo de… el Tano Passman, en un chiste recurrente que pasa de simpático a tedioso.
A diferencia de su contraparte de la vida real, este “gerente” cinematográfico no arriesga, prefiriendo pisar terreno firme. Tal vez por eso, y amparado por su recorrido en plataformas, llame más la atención de extraños que de propios. Una decisión más conservadora, pero en estos tiempos, también más segura.