Cuando se acercan los Mundiales de fútbol, los publicitarios se las ingenian para captar la atención del público con la excusa de la pelotita. Como la publicidad de Quilmes, dirigida por Augusto Giménez Zapiola, que este sábado adelantó su estreno tras viralizarse por las redes, antes de la cita mundialista en Rusia, lo recordarán, Noblex salió con una promo infalible, que El gerente, con Leonardo Sbaraglia, recuerda y retoma.
No faltaba mucho para que terminaran las Eliminatorias y el equipo de Sampaoli, que tenía a Messi como carta ganadora, marchaba más o menos cómodo. El gerente de marketing de Noblex presentó una idea: si el Seleccionado nacional no clasificaba a Rusia 2018, la empresa les devolvería el dinero a quienes compraran los televisores de su marca.
Al ser un hecho tan reciente, ver El gerente es como sentarse a ver una película con el final spoileado. Hay gente a la que no le molesta, pero al filme, al menos aquí y ahora, tal vez no en Turquía o dentro de unos años, le juega de contra.
Así como el gerente de marketing se la jugó y arriesgó, Ariel Winograd apuesta a lo contrario, porque va a lo seguro, a lo que sabe hacer bien y termina ganando. El director de Mamá se fue de viaje y El robo del siglo se ha afianzado en esto de hacer cine comercial y divertido. Es efectivo. Las líneas de diálogo de sus películas suelen ser ingeniosas, sobre todo las que dicen los personajes que secundan a los protagonistas, en esos roles que los estadounidenses denominan comic relief.
La trama tiene a Alvaro Torres (Sbaraglia, que repite con Winograd tras Hoy se arregla el mundo), un tipo al que la rutina le comió bastante de su cerebro, que viste vintage pero no lo sabe, secundado por un equipo de asistentes (Marina Bellati, Ignacio Saralegui, Agustina Suásquita y especialmente Mónica Raiola), quien de buenas a primera tiene la idea de la promo, que le encanta a su jefe (Luis Luque) pero que odia la nueva gerenta (Carla Peterson, en un papel desdibujado, muy de macchietta, por lo que queda desaprovechada).
Sonrisas constantes
Como si se tratara de un partido de fútbol, hay parejitas que se marcan e intentan ganar sus propios duelos. La rivalidad encubierta entre Federica y Alvaro es una, la relación que tiene Alvaro con su hijo (Valentín Wein), quien lo ayuda en las redes, pero llega un momento en el que se enfrentan, otra.
La inclusión de la “familia” del protagonista intenta darle, no otro giro a la trama, sino ampliarla, integrándola a la problemática del ámbito laboral, ya que si bien Noblex vende más televisores, surgen problemas internos con los proveedores y demás.
Winograd logra que los 110 minutos se sigan con una sonrisa más o menos constante. Y hasta apela al Tano Pasman, el hincha de River que se había viralizado puteando al equipo cuando se iba a la B, pero no hacía falta repetirlo, repetirlo y repetirlo, porque el efecto de sorpresa, o gracioso, se gasta.
El niño que aparece con el siempre enfervorizado Pasman es uno de los hijos del director (dato para cancherear con los amigos o la familia cuando vean la película en casa) y la iluminación es del Chango Monti, el mejor director de fotografía que tiene el cine argentino.