Matías Szulanski tiene una mirada lúdica del cine, circos, el espacio exterior, y ahora el neón de los años ochenta, le disparan ideas para construir relatos plagados de gadgets visuales, apoyados en actuaciones naturales y a la vez exageradas de sus protagonistas. Acá, a partir de la confusión que se genera por el extravío de cierta cantidad de drogas, el director narra el encuentro y desencuentro de sus personajes, los que, siguiendo la lógica del sálvese quién pueda, le permiten avanzar en un relato entretenido y muy pop.