No caben dudas que el australiano Buzz Luhrman es un cineasta diferente, dotado de un componente creativo a veces desbordante, aunque su nivel de trasgresión artística se ha ido moderando a través del tiempo.
Tras Stricktly ballroom, una comedia romántica musical que ofrecía coreografías de gran impacto visual, tuvo su resonante incorporación a Hollywood con Romeo + Julieta, adaptación audaz pero no del todo lograda del drama de Shakespeare. Luego alcanzó su obra mayor, Moulin Rouge, comedia musical ambientada en la París de fines del siglo XIX y nutrida con canciones de todas las épocas en donde una mixtura única produjo una eclosión artística. Luego de Australia, film más épico e histórico, llega a El gran Gatsby, nueva versión de la novela clásica de Francis Scott
Fitzgerald, con quien había sido su Romeo, Leonardo DiCaprio, como protagonista absoluto. Tras la recordada versión con Robert Redford de los años 70, y una anterior con Alan Ladd, es indudable que esta es la mejor y más fiel adaptación de la novela original. Lo que no quiere decir que se trate de una gran película, si un producto fílmico sumamente atractivo estética y expresivamente. En este caso, los acostumbrados anacronismos de Luhrmann están
presentes sólo –más allá de algunos detalles menores- en la banda de sonido diseñada por Craig Armstrong, con amplia participación de Bryan Ferry, un artista ideal para hacer su aporte retro en las variadas canciones.
La trama hace foco en la obsesión amorosa de Gatsby, pero también le hace un lugar importante al personaje del escritor que va narrando la historia y los aspectos más oscuros del protagonista, cuyos lujos de millonario esconden secretos de los que no podrá evadirse. Más allá de una extensión algo excesiva, la película alcanza un pico dramático bien sostenido en su segmento final, con un desenlace ciertamente desolador. El 3D se ensambla a la perfección con los recursos visuales puestos en juego por el director, apoyado en los notables trabajos de Di Caprio y Tobey Maguire.