Con un irresistible encanto
Filme ambiguo, transposición absolutamente personal de un director que uno puede odiar o amar, pero que da una versión irresistible, kitsch a veces, elegante otras, musicalmente llamativa (¿y por qué no hip hop y Gershwin?), pero absolutamente sincera y válida.
Nick Carraway es algo así como un pre yuppy que llega a Nueva York cuando todo parece florecer y no hay tiempo para la moral. Una Bolsa restallante, llamaradas de alcohol prohibido desde el año 19 y auge del charleston. La cultura del jazz y del ocio, de los millonarios recientes y los aspirantes a serlo. En medio de las mansiones, una casita atractiva y un afrodisíaco para el chico del Medio Oeste caído en el Paraíso. El afrodisíaco es el misterio de Gatsby, el vecino millonario, rico hasta el delirio y los orígenes de cuya fortuna se desconocen. Después vendrán otros personajes esenciales como Daisy, la mujer deseada por el millonario, los desengaños, las amistades y el final.
Francis Scott Fitzgerald, representante de esos años de éxtasis efímero fue quien escribió la novela en que se inspira la película y la llamó "El gran Gatsby" (1925). Novela con mucho de su vida de escritor, amante del charme y la riqueza que produjo un pobre Fitzgerald en constante desequilibrio financiero para afrontarla. El también tuvo una Daisy, se llamó Zelda y acabó quemada en el incendio de un psiquiátrico, donde la esquizofrenia la aisló.
EXQUISITO DISEÑO
El tema es que a Baz Lurhrmann le interesó este clásico, ¿y qué puede pasar cuando un restallante australiano, el creador de "Moulin Rouge" con Nicole Kidman toma un material melancólico y burbujeante? Del lado formal lo mejor, porque nunca se ha visualizado con tanto lujo y fosforescencia las bacanales de la Era del Jazz. Aquelarre felliniano en que gangsters, vamps locas por la fama, aristócratas y artistas convivían en fiestas increíbles que Hemingway evocaría, mientras Faulkner y Dos Passos mostraban la otra cara de esa realidad.
El resultado visual es exquisito, siempre que a los románticos le sigan gustando esas ráfagas a que nos tiene acostumbrado Baz y esa mélange dorada que aúna biblias y calefones con terciopelos y rosas. Pero es Luhrmann leyendo a Fitzgerald y sobreimprimiéndolo hasta en sus palabras en varias de sus escenas. Claro que la intensidad de los caracteres parecen no alcanzar densidad, Leonardo DiCaprio tan buen actor, pero tan infantil en el rostro, aunque tan logrado en su estallido de cólera y la reveladora Carey Mulligan, quizás demasiado dulce para ser la amada del millonario y ese singular Tobey Maguire como el pre yuppie que escribe la saga del rico señor de misterioso origen.
Filme ambiguo, transposición absolutamente personal de un director que uno puede odiar o amar, pero que da una versión irresistible, kitsch a veces, elegante otras, musicalmente llamativa (¿y por qué no hip hop y Gershwin?), pero absolutamente sincera y válida.