Reliquias del cine de acción
Cómo llueve en Cincinnati, al menos en los días de acción de este thriller agobiante. Hay lluvia y también luz azul, y algunos ralentis que quieren dar aspecto cool, sombrío.
El gran golpe -tal es el título local, que tiene poco sentido, entre otros motivos porque hay más de un golpe- es una propuesta que parece extrañar a los años noventa, cuando este tipo de policiales se hacían con más chances de éxito y formaban parte de los segmentos superiores de la industria. Ya no es el caso, y aparecen a veces estas propuestas aisladas, un tanto indefensas, que huelen a trama enrevesada, a refrito, con misterios que cuesta sostener o llevar a lugares satisfactorios, consistentes.
Aquí se parte de una cruenta y cortante secuencia de asalto a un banco. Luego aparecen el FBI y la policía con sus enfrentamientos y sus historias de desconfianzas, y el empresario, la política y los asuntos turbios de incursiones militares, y los traumas previos y presentes (la mujer que se llora, por parte de dos de los protagonistas). Y la forma de lo adocenado, como esa presentación temprana de "una cocina de droga". Todo con los aditamentos hormonales masculinos ya no tan vendedores en el género, pero que se agitan para vender al protagonista Christopher Meloni y también a Bruce Willis, que actúa poco y no como héroe de acción. Más bien se lo exhibe como una reliquia de un cine que ya no es y, al menos con esta película, no se recuperará tan fácilmente.