Contra el cine de acción
El Gran Golpe (Marauders, 2016),como título local es más genérico que específico del film al que remite, en primer lugar porque no hay un golpe sino varios, y en segundo, la grandeza está ausente en cada uno de ellos, los cuales representan, en la trama, una especie de conspiración para destruir a un magnate bancario de un pasado turbio, interpretado por Bruce Willis, en modo villano barato de cine clase ultra B. Actor relegado a un papel menor, como si ya no pudiera interpretar a un héroe de acción, ni siquiera se le da posibilidad de tener algunas escenas en la que despliegue esa habilidad, que en la década del ‘90 desparramó en muchas películas. Los que aquí ocupan esos lugares lejos se encuentran de relevarlo, pero no todo es culpa de los actores. Steven C. Miller (de un prontuario aterrador) dirige esta historia prefabricada de robos con subtramas poco interesantes, bajo un manto aspiracional conformado por el uso excesivo del azul y una lluvia constante que no cesa. Una combinación de recursos retóricos que pretender suplantar la falta de pericia del director en la estrategia visual, de nula incidencia dramática. Algunos pasajes parecen pertenecer a otras películas; la cocina de droga presentada con todos los clichés posibles (mujeres desnudas, hombre afroamericanos vestidos de raperos con armas largas y música en un volumen ensordecedor) como así también la operación militar en Costa Rica. Son retazos pertenecientes a diferentes personajes, a los cuales nunca se los ensambla más que por el forzamiento de una historia que debe desembocar en algún puerto después de ciento siete minutos, por cierto larguísimos. La sobrecarga de diálogos sin sentido resulta irritante; el súmmum es la metáfora de la araña, que sale de la boca del pobre Bruce acostumbrado a mejores parlamentos en un pasado lejano.
El cine de acción y todos sus derivados ya no generan la misma atención que hace unas décadas. La industria solo le guarda una porción al borde de lo marginal, en las aguas caudalosas del on demand (que vino a suplantar el “directo a DVD”). Es llamativo que un producto de esta calidad haya sorteado las barreras de las salas de cine y se estrene comercialmente, sumándole a que es un film del año pasado y que se encuentra fácilmente en Internet. El futuro no es muy alentador porque Miller tiene como próximo proyecto la secuela de Escape Imposible (Escape Plan, 2013), aquella gran película de subgénero carcelario que fue increíblemente ignorada, lástima que una de las pocas esperanzas de un resurgimiento de la acción haya caído en las manos de un director mediocre.